¿Cómo puede la Inteligencia Artificial asistir a una farmacéutica titular de una pequeña farmacia en el Pirineo catalán, con escaso personal y bajo la presión de optimizar tiempo y recursos? Mucho, la verdad.
Hoy en día, la IA se ha consolidado como una herramienta esencial para perfeccionar mi día a día. Utilizo sus capacidades para generar resúmenes de temas que quiero estudiar, interpretar nuevas normativas del sector y elaborar borradores de comunicaciones a proveedores o clientes. Además, gracias a su capacidad analítica, me propone pedidos en función de las estadísticas de venta; elabora cuadros de mando; organiza listas de tareas, y realiza previsiones estacionales para promociones, escaparates y decoración de la farmacia. En definitiva, cualquier tarea que consuma un tiempo considerable y no justifique la asignación a un miembro del personal, se delega a la IA.
Cualquier tarea que consuma un tiempo considerable y no justifique la asignación a un miembro del personal, se delega a la IA
En mi farmacia la concebimos como un asistente al que debemos ofrecer directrices precisas: aunque su nombre sugiera lo contrario, la IA no es infalible y a menudo requiere correcciones y órdenes más explícitas.
El ahorro más notable que he experimentado ha sido en el desarrollo del servicio de dermofarmacia. Existen soluciones para la gestión de citas y bases de datos, pero no estaba dispuesta a asumir otra cuota mensual que incrementara los gastos fijos. Con la colaboración de ChatGPT, diseñé un sistema que optimiza la recopilación de información en las citas y genera automáticamente informes detallados que, al concluir la consulta, se entregan al paciente en PDF o impresos. Mis conocimientos de programación son limitados, pero confío en el potencial de una farmacéutica con una voluntad clara de ahorrar y optimizar procesos y que ofrece instrucciones precisas a la IA.