La relación entre las oficinas de farmacia y el SNS es compleja, pero la podríamos definir, sin temor a equivocarnos, como una relación mercantil, porque está profundamente marcada por el coste de la factura, aunque también podríamos calificarla de platónica. Platónica, por eso del mundo de las ideas y el de la realidad. Una especie de sí pero no. De quiero y no puedo. 

Hoy por hoy es el vínculo principal de la relación entre 20.000 proveedores sanitarios externos con un débil grado de integración en el contínuum asistencial del paciente –nos referimos, claro está, a los farmacéuticos titulares de oficina de farmacia–, y el SNS, es la factura de los medicamentos de uso ambulatorio dispensados en las farmacias y financiados con fondos públicos.

No creemos que esta manera de describir esta relación sea simplificadora, ni una visión parcial o tendenciosa. Es una constatación de lo que ha sido y continúa siendo el núcleo central del negocio existente.

Aún hoy parece alejado de la realidad hablar del farmacéutico de oficina de farmacia como un partner estratégico de la gestión conjunta de los problemas de salud con otros operadores del sistema sanitario. Esperemos que esta situación cambie en un futuro próximo, aunque esta esperanza sólo sea un síntoma del instinto de supervivencia. Una supervivencia que no sólo debería referirse a los farmacéuticos, sino que también debería hacerlo a los responsables de las políticas sanitarias, ya que, en unos momentos de escasez de recursos, el desaprovechamiento de los que puede proporcionar la red de farmacias no sólo es una política desacertada sino una flagrante irresponsabilidad.

La apuesta por un FOF que tenga este papel asistencial integrado es un acierto. Este FOF no es una simple ilusión, de hecho es el que ha sido protagonista de algunas experiencias piloto que han dado resultados positivos aunque limitados, por la dificultad de un despliegue generalizado. Si éste es el camino escogido, ha llegado el momento de concretar alguna acción más extensa y a la vez más profunda en esta dirección.

Los farmacéuticos de oficina de farmacia son profesionales sanitarios con una clara función asistencial. Es posible que algunos no tengan la vocación necesaria para seguir este camino, pero sobre las vocaciones nadie, excepto uno mismo, puede hacer nada. Ahora bien, sí que es posible construir un escenario en el que sea posible que los farmacéuticos que sí la tienen, y estamos convencidos que son la mayoría, estén incentivados para desarrollarla.

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