El relevo anunciado en el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos ya se ha producido. Es cierto que la realidad del sector supera, en mucho, lo que pueda suceder en la principal institución que lo representa, pero sería una simplificación irresponsable no valorar, en la medida que se merece, la influencia que esos cambios pueden tener en el devenir de la profesión que representan.

En el modelo español, esa representatividad institucional aglutina tantos ámbitos del ejercicio profesional que en algunos momentos incluso podría tildarse de liderazgo formalmente disperso. Es un modelo anclado en un entramado jurídico muy sólido que tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Lo cierto, creemos que fundamentadamente, es que hasta ahora ha sido positivo porque los objetivos principales se han logrado, pero del mismo modo observamos, desde una posición neutral, que los retos que la oficina de farmacia deberá afrontar serán mayúsculos. Y los retos en muchos casos van a significar la necesidad de un nuevo posicionamiento.
Encontrar el equilibrio en esta recolocación significará un esfuerzo importante para el nuevo equipo directivo, porque cuando algo se mueve es casi imposible evitar chocar con los que ocupan un espacio que los otros pretenden ocupar, y lo es mucho más aún si esos movimientos los promueve quien es el capitán de quien se mueve y de quien siente que le han pisado un callo.
Va a ser interesante observar cómo se resuelve el gran dilema que representa tener hambre de tortilla, pero a la vez no querer romper el huevo.

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