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Una luchadora infatigable

(centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán)

Marisol Adonis

Marisol Donis

Farmacéutica y criminóloga

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La formación de Emilia Pardo Bazán fue «varonil» por decisión de su padre y el apoyo de su marido, con quien contrajo matrimonio cuando ella contaba con solo 16 años. Gracias a esos dos hombres, siempre pudo hacer lo que quiso en todo momento.

Aprendió idiomas y escribió poesía y prosa. Publicó novelas, relatos y ensayos sin descanso; triunfó socialmente y viajó por todo el mundo. Incluso fundó una revista, Nuevo Teatro Crítico.

El 9 de febrero de 1905 fue admitida como primera mujer socia de número del Ateneo de Madrid. Los titulares de la prensa eran todo un halago: «La inteligencia no tiene sexo». Ya lo dijo ella: «En mi concepto, pues, se debe educar a la mujer virilmente». Y a una mujer así, que pudo con todo, la aniquiló una gripe complicada por la diabetes crónica que padecía.

Curiosamente, la gripe era una de las obsesiones de Emilia Pardo Bazán. Escribiendo el obituario de Chapí, que empezó padeciendo una gripe que terminó en pulmonía, la autora se lamenta: «La gripe suele acometer a las personas algo debilitadas, sea por excesos de otro género, sea por fatiga mental y cerebral. ¡La gripe!, ¡qué insidioso padecimiento! Cómo hace la capa a los otros males, cómo se reviste de todas las formas de su proteica naturaleza y arruina lentamente las constituciones más recias, y configurada y vencida al parecer, vuelve, vuelve, se desliza en el lecho. Es la enfermedad de la retirada de la savia, es el mal de la decadencia de las fuerzas. Su invisible garrote apalea los huesos sin dejar verdugones ni cardenales en la piel».

La preocupación de doña Emilia deviene en obsesión. Para ella la gripe «es un duendecillo, un genio maléfico al cual es imposible seguirle los pasos. Toma todas las formas, ataca a todos los órganos, se divierte en aparecer allí donde menos se la espera, disimula su malicia y se apodera del cuerpo llevándolo a su destrucción. No hay nada tan insidioso como la gripe», manifestaba. Cada vez que un conocido o amigo sucumbía a la gripe, ella escribía un artículo. «Lo primero que causa la gripe es una debilidad general, una depresión de las fuerzas vitales, se siente el molimiento que sigue a las palizas. De ahí el expresivo nombre de trancazo que la gripe recibe algunas veces». Apostillaba: «Se muere en tres días».

El 7 de mayo de 1921, Emilia no se encuentra bien. Presenta algunos síntomas de una afección gripal y, según la prensa, «ni ella ni sus hijos atribuyeron a la indisposición ninguna importancia». Seguro que ella sí supo que esos síntomas eran de gravedad, llevaba años estudiando la enfermedad y la temía.

A pesar de ser atendida por los mejores médicos de Madrid, no pudieron hacer nada. Su estado se agravó considerablemente. Murió el 12 de mayo de 1921, como ella decía ¡en tres días! «Duelo Nacional», tituló la prensa el luctuoso acontecimiento.

Lo dejó escrito en uno de sus numerosos artículos de La Ilustración Artística: «Dios os preserve de la gripe, es el azote que cae con mayor fuerza y violencia. Mucha desinfección, mucho ejercicio, sobriedad. Es un enemigo que solo ataca a las plazas desmanteladas».

Fue consciente de que lo había conseguido todo en la vida: «Yo, cuando llegue el momento de colgar las armas y desceñir el arnés, cuando tenga que retirarme a la sombra de los árboles o a la sombra más oscura aún, no podré decir que no he recogido el fruto espiritual abundante y sazonado».

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