Comenzaba el mes de noviembre de 2020 cuando en la prensa destaca un titular: «Un matrimonio turco detrás de la vacuna de Pfizer: millonarios y entregados a su trabajo». Se referían a Ugur Sahin, de 55 años, médico nacido en Turquía, criado en Alemania, y Özlem Türeci, 53 años, inmunóloga hija de médico turco, nacida en Alemania. Él es director ejecutivo de BioNTech y ella, médico jefe de la empresa.

Al parecer, un 3,7% de la población total de la República Federal alemana poseen raíces turcas. En las décadas de los 1960 y 1970, Alemania necesitaba mano de obra barata, así que llegaron en masa ciudadanos turcos y echaron raíces.

Recuerdo un viaje que realicé a Fráncfort en los años setenta. Me disponía a subir a un autobús, donde los billetes se compraban en una máquina dispensadora junto a la parada. Cuatro hombres hicieron lo mismo que yo, es decir, comprar sus billetes. Subimos y, de repente, se oyen gritos, protestas, y el conductor se niega a arrancar el vehículo mientras no se bajen esos cuatro hombres. Ellos muestran sus billetes, hablan, gesticulan. La puerta central del autobús se abre y los echan. El conductor emprende la marcha. «¿Qué ha pasado?», pregunto sin comprender a qué se debía un escándalo en mi opinión intolerable. La respuesta es escueta: «Son turcos».

Ugur nació en Turquía. Su padre emigró a Colonia para trabajar en la Ford, donde sería uno de los gastarbeiter (trabajadores invitados), necesarios para la reconstrucción de ciudades tras la Segunda Guerra Mundial. Se preveía una estancia provisional, no se deseaba la integración. Ya instalado y con trabajo, reclamó a su mujer y al pequeño Ugur de 4 años. Allí se crio e inició sus estudios de medicina, interesándose por la inmunoterapia. Se graduó en 1992 con la mayor de las calificaciones y comenzó a trabajar en un hospital, en los departamentos de medicina interna, hematología y oncología.

No todos los jóvenes universitarios de origen turco se quedaban en Alemania. Uno de cada tres prefería volver a Turquía para desempeñar su profesión, porque no se sentían valorados, y en su país de origen hay dinero, trabajo y ayudas sociales.

En 2016, Ángela Merkel reconoció que no debió ser fácil para los gastarbeiter integrarse en Alemania: «Hemos aprendido de ellos a ser más relajados y abiertos. Gracias de todo corazón por lo que habéis hecho por nuestro país».

En el hospital, Ugur conocería a Özlem Türeci, hija de médico y bióloga, que a punto había estado de ingresar en un convento. El día de su boda la novia vestía de blanco, solo que era una bata de laboratorio a juego con la del novio, y así acudieron a la oficina del Registro Civil. Al salir, los dos trabajaron unas horas en su propio laboratorio BioNTech, fundado en 2008 y dedicado al desarrollo y fabricación de inmunoterapias activas basadas en ARN mensajero. En enero de 2020 la pareja se dispuso a trabajar para combatir el coronavirus y asignaron un gran número de empleados para diseñar varios compuestos. En marzo ya habían atraído a Pfizer como socios, unidos para derrotar a la COVID-19. En otoño ya se anunció una tasa de eficacia superior al 90% para la vacuna, tras un ensayo preliminar. Finalmente, la vacuna de Pfizer-BioNTech supera todos los test de seguridad y es autorizada por la Agencia Europea del Medicamento a finales de diciembre. Luego, la agencia reguladora de medicamentos del Reino Unido aprobó la vacuna contra el coronavirus desarrollada por la Universidad de Oxford y la farmacéutica AstraZeneca, certificando así que es segura y efectiva.

El hijo del gastarbeiter de la Ford se puede convertir en una de las personas que acabó con una pandemia.

Ya tenemos superhéroes de carne y hueso.

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