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  • Aprender de la pandemia

Resulta necesario empezar a reflexionar sobre las lecciones que nos ha dejado esta crisis sanitaria. Una de las principales se refiere a la importancia de incidir en los enfoques de salud pública. Como insistentemente viene señalando la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay «una sola salud», y debemos preservarla de forma proactiva, y no reactiva, fomentando políticas adecuadas e integradas sobre alimentación, dieta, ejercicio físico, transporte, medio ambiente, urbanismo... en las que la voz de los sanitarios debe ser tenida en cuenta pues es decisiva para la salud de la población.

Otro aprendizaje importante es la profunda interrelación entre todas las especialidades y niveles asistenciales. La salud también es «una sola salud» en este otro sentido, porque las patologías son cada vez más complejas y requieren diferentes profesionales de muy diversos ámbitos, lo cual precisa una mayor integración y trabajo en equipo.

Una tercera lección es la aportación fundamental de la atención primaria, no ya solo como dique de contención para evitar el colapso del sistema, sino también como punto de conexión con los pacientes para el fomento de hábitos de vida saludable, la prevención y el diagnóstico temprano, y un mejor seguimiento y control.

Finalmente, también hemos aprendido sobre la necesidad de tener permanentemente en el radar a los colectivos más vulnerables, y especialmente a los pacientes crónicos y a los mayores, sin duda el colectivo más castigado durante la pandemia.

La crisis sanitaria ha evidenciado el carácter esencial de la prestación farmacéutica y su inseparable conexión con el sistema de salud

En todos estos retos y frentes, los farmacéuticos, como profesionales sanitarios en el primer eslabón de acceso al sistema sanitario en muchas ocasiones, podemos realizar una contribución significativa, y la experiencia de nuestra actuación durante la pandemia es quizá el mejor aval de ello.

La crisis sanitaria ha evidenciado el carácter esencial de la prestación farmacéutica y su inseparable conexión con el sistema. Pero al mismo tiempo ha mostrado la posibilidad de avanzar en esta integración, impulsando nuevas fórmulas de colaboración tanto con la atención primaria como con la farmacia hospitalaria, así como de reforzar el papel de la farmacia en la atención de las necesidades de los pacientes más frágiles.

Durante la primera fase de la crisis sanitaria, recibimos autorización para la entrega de medicación a domicilio de pacientes frágiles, así como para la dispensación de tratamientos hospitalarios. Para lo primero, y como era difícil de compatibilizar con la fuerte presión asistencial, buscamos la colaboración del voluntariado y llegamos a un acuerdo con diferentes ONG en esa dirección. También colaboramos con las fuerzas del orden notificando la ausencia prolongada de pacientes crónicos de nuestras farmacias, y colaboramos con el Instituto Andaluz de la Mujer para la prevención de la violencia de género. Fueron iniciativas que resultaron exitosas, y que deberían desbrozar el camino para fortalecer el papel de la farmacia en los grandes retos del sistema, como el mejor control de los pacientes crónicos y polimedicados, la mejora de la adherencia a los tratamientos, el fomento del autocuidado por los pacientes y la educación en salud. Solo es imposible lo que no se intenta, y la innovación nunca debería ser una excepción obligada por las circunstancias, sino una cultura y un hábito. Aprendamos las lecciones de la pandemia para innovar, y para convertir en mejoras para el sistema (y lo que es realmente importante, para los ciudadanos y los pacientes) algunas de las experiencias que se demostraron acertadas para mejorar la atención sanitaria durante la crisis.

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