El sur también existe (I)

Tengo un pequeño guion redactado que voy modificando conforme pasan los meses, en el que tengo escritos los temas que quiero contarles. Por supuesto que muchas veces los acontecimientos van marcando el artículo mensual y otras tantas no sigo el orden que marqué en un principio (que por otro lado no era un orden determinado) y salto al tema que más me seduce en el momento.

El sur también existe (I)
El sur también existe (I)

Desde que organicé mi guion tenía en mente pedirle a Benedetti que me dejase sus versos (a los que Serrat puso música y dio altavoz), pero pensaba que ya lo había hecho hacía tiempo, porque tanto entonces como ahora, mientras repasaba mis notas, me parecía que era una frase que le venía muy bien a esta Europa. No es menos cierto que si los países del sur (de Europa) podemos sentirnos maltratados, los que están aún más al sur lo están todavía más, aunque eso ya es otra película (buena también). Llevamos bastante tiempo con el run run de la Europa de las dos velocidades y eso afecta a los denostados países del sur (nosotros entre ellos). Y es que desde el norte se nos quiere exigir que seamos todos iguales, cuando la gracia de la Unión radica precisamente en nuestras diferencias, igual que en los Estados Unidos uno de Minnesota nada tiene que ver con uno de Luisiana o uno de California, pero eso no les impide viajar en el mismo barco. Si nos ceñimos a los estudios universitarios, hay que decir que los norteños miran con cierto recelo a sus colegas del sur y de paso a su forma de trabajar (no siempre, claro está) y que es más fácil ponerse de acuerdo con veinte universidades italianas que con una finlandesa (a la hora de acordar flujos de estudiantes sobre todo). Este comportamiento se ha extendido en cierta manera entre nuestros universitarios, que a la hora de elegir un destino Erasmus (sobre todo aquellos que quieren realizar una estancia científica) optan por pelear por los países del norte, dejando los destinos de sur para sus vacaciones. No caigamos en el magalufiano error de pensar que los países del Mediterráneo (en su momento ya hablamos de algunos) son una verbena constante y solamente sirven parar tomar el sol y saltar de terraza en terraza; es absurdo pensar que el norte, con su academia sueca, sus llaves inglesas y su saña opulenta, es el único que puede ofrecernos una buena estancia Erasmus, porque el sur hace otras cosas, que el norte no prohíbe (aún). Podríamos visitar distintos sitios, pero vamos a pasearnos por dos de los destinos más populares y accesibles.

Salerno
Aunque para algunos italianos Italia se acaba en Nápoles, e incluso en Roma (para entender esta histórica rivalidad les vuelvo a recomendar que se lo explique Enric González, observador imparcial), y que todo lo que hay al sur del Vesubio es considerado por esos mismos territorio africano, lo cierto es que hay Universidades que deben apuntarse en su lista de opciones. Una de ellas es la Universidad de Salerno. Y es que Salerno tiene un papel principal en el desarrollo de la Farmacia. En primer lugar, Salerno fue una de las primeras escuelas médicas cuyos estudios estuvieron reconocidos, antes que se produjese la separación de la Farmacia y la Medicina (en el mundo occidental al menos), hasta el punto de equiparar sus estudios a los universitarios. Además, es precisamente en el Reino de las dos Sicilia donde se dictan las primeras disposiciones legales que conferían un papel determinado al gremio farmacéutico. Estudiar pues, en Salerno es volver al origen, a la esencia de lo farmacéutico. La Universidad de Salerno por la que ustedes pueden optar ahora mismo desde Granada, Sevilla, Vitoria, Valencia y la Complutense, no tiene tanta solera, ni está tan cerca del millar de años como la antedicha Escuela. Se fundó en la década de los sesenta del último siglo y es por tanto una Universidad moderna. En los últimos años, después de asentarse en el campus de Fisciano (donde se encuentran todas las facultades de la Universidad, y hasta el que tendrán que echar más de media hora para llegar desde Salerno) como una de las opciones más fuertes del sur, aunque lejos todavía de la Universidad de Nápoles, ha iniciado un proceso de internacionalización para mostrar sus innegables modernidades. Su enorme campus les resultará lioso y tendrán la sensación de hacer demasiadas piernas en un primer golpe, pero moderno y funcional una vez que se quiten la marca de esa primera bofetada. Ofrece, como otras universidades italianas, aunque no todas lo hacen, cursos gratuitos de italiano para los recién llegados. La Universidad de Salerno destaca también por la enorme promoción de los eventos culturales; música, pintura, y, aunque menos cultural, también deporte. Un solo detalle extrauniversitario, que hoy solamente quiero hablarles de centros del sur (y no de las innegables ventajas que siempre comento, como, en los casos que nos ocupan hoy, la playa), Fisciano tiene una población de 13.000 habitantes y la Universidad de Salerno 34.000 estudiantes; como las invasiones bárbaras oigan.

Faro
Había algunas opciones cerca de Salerno que podían habernos valido para esta (primera) defensa del sur de Europa, pero quería incluir a otro de los maltratados por la Troika. Hace poco, y con motivo de una buena efeméride, ya visitamos Portugal. Hoy, como se imaginarán, vamos a coger carretera desde la capital Lisboa hacia el sur, tan hacia el sur, que como nos despistemos llegamos al mar, pues en la sureña ciudad de Faro se encuentra la Universidad del Algarve (que en este momento tiene convenio con nuestras Facultades de Farmacia de Barcelona, Santiago y Sevilla). La Universidad del Algarve es también joven, incluso más que la anterior. Esto, aunque puede ser visto como un inconveniente, tiene la enorme ventaja de tener un profesorado fresco y dinámico, y por tanto cercano, lejos del vedetismo que reina en otros sitios. El campus en el que estarían enclavados está en el centro de la ciudad de Faro, con todas las comodidades que ello implica. Tampoco es una Universidad grande, pues los 10.000 estudiantes se dividen entre cuatro campus, lo que acrecienta esa cercanía de la que hablábamos.
No quiero con esto decir que los centros sureños sean mejores (tampoco peores) que las universidades del norte, pero es importante recalcar las ventajas que pueden encontrar en otros destinos que, a priori, ignoran, porque debemos ser de los que se desviven y lograr así entre todos lo que era un imposible, que todo el mundo sepa que el Sur también existe.

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