El ojo está continuamente expuesto a diferentes agresiones físicas, externas o fisiológicas, que pueden contribuir a la aparición de molestias o patologías oculares que condicionen nuestra salud ocular. Una de las patologías más importantes con creciente incidencia es el denominado «síndrome de ojo seco» que afecta en la actualidad al 11% de la población española.
Muchas son las causas de la sequedad ocular, pero entre las más frecuentes se encuentran el estrés oxidativo medioambiental y el ojo seco hormonal de la postmenopausia.
En los meses de invierno, las temperaturas frías, el viento o la calefacción pueden producir diferentes síntomas oculares, como la irritación, el ardor, la sensación de sequedad, la sensación de arenilla, el lagrimeo excesivo o la pesadez palpebral. En consecuencia, podemos padecer el síndrome del ojo seco, una afección que se produce porque la superficie ocular no se encuentra correctamente protegida por la lágrima, por un déficit en la cantidad o calidad de la película lagrimal1.