A medida que envejecemos, la piel sufre pequeños e inevitables cambios que provocan falta de flexibilidad, densidad y tono, con una pérdida de elasticidad y firmeza natural. Los cambios hormonales, la deshidratación, la radiación solar o el estrés son algunos de los principales factores que aceleran esta degradación.
La salud de nuestra piel condiciona nuestro aspecto, influye en nuestras relaciones personales y laborales, y en nuestra autoestima. Pero nuestra piel, esa sofisticada y extensa estructura que nos protege y defiende, puede verse alterada por:
La medicina, la investigación, la farmacia, están en cambio continuo. La innovación es constante y veloz. Todo ello supone un reto, un escenario al que debemos enfrentarnos como profesionales que somos, y evolucionar con ello.