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42 EF 601 OPINION un tuit en el herbario

Cuando se calienta una sustancia, primero se pone roja, luego naranja y después amarilla, pero a continuación aparece blanca. ¿Por qué motivo no sigue el espectro y se pone verde? Esta es una de las cien preguntas básicas sobre ciencia que Isaac Asimov, escritor de relatos de ciencia ficción y también divulgador, enumeró en la década de 1980.

Conocemos bien el experimento de partida; en una habitación oscura, Newton había interceptado con un prisma un fino rayo de luz y lo había proyectado en la pared. Se descompuso en una secuencia indefinida desde el rojo al violeta, y aunque a Newton le hizo considerar que quizás el número de colores que aparecían también fuera indefinido, al final se decantó por la declaración ecléctica de los siete colores fundamentales.

Vivir en colores y hasta soñar en colores: he aquí nuestro regalo. Parece trivial y, sin embargo, no todos lo gozan. Se llama acromatopsia a la incapacidad de percibirlos y, como sucede con otras irregularidades, puede tratarse de un defecto congénito o adquirido. Este defecto suprime un aspecto de la visión, pero no la vista; es, por tanto, una lesión cortical y no ocular. Priva de ver la vida en color pero no elimina la luminosidad, algo que resulta aún más importante en términos evolucionistas, pues se piensa que el cerebro primitivo quizá no pudiera distinguir aún los colores pero sí que era sensible al movimiento, a los contornos y a la luz.

El color es hoy el primer medio de diferenciación y se le dota de unos atributos intrínsecos que van mucho más lejos de su valor ornamental. Desde luego, cada uno tiene su propia historia. El naranja que identifica a los holandeses, incluso en el uniforme de sus selecciones deportivas, está relacionado con la estirpe de los Orange, hasta el punto de que el color de la zanahoria se debe a que los agrónomos de la corte desarrollaron en el siglo XVII, mediante cruces oportunos, este tubérculo como homenaje a sus reyes.

En su libro Cromorama, recientemente publicado en España por Taurus, Riccardo Falcinelli explica cómo el color transforma nuestra visión del mundo y la importancia que tiene para la sociedad del diseño. Relata que la llegada del color a la fotografía y al cine desató una guerra entre partidarios de la sobriedad del blanco y negro y partidarios de la profusión de colores, guerra aún no superada del todo.

En esta disputa, el negro y el blanco representan la elegancia y la ley, respectivamente. A la blancura, por ejemplo, se le consideraba el lenguaje del arte griego y romano hasta que se supo que aquellas esculturas clásicas que poblaban nuestros museos fueron en su origen policromadas. El negro, por su parte, es el color de la sobriedad y de la contención, y un icono de la música country como Johnny Cash dedicó una canción a explicar por qué vestía siempre de negro.

El mismo Henry Ford había intervenido en el debate con una sentencia provocadora: «Todos los clientes pueden adquirir un automóvil Ford pintado de cualquier color con tal que sea negro». El color, el color estridente de una camisa, sería entonces una forma de diferenciarse, de apartarse de las normas sociales.

Pero volvamos a la pregunta de Asimov. Ocurre que lo que en realidad vemos son mezclas de colores. Si al calentarse el objeto solo radiase un color, sí que deberíamos esperar en su fase correspondiente la aparición del verde.

Ese maravilloso color verde que me sigue asombrando cuando contemplo los fuegos artificiales se debe al nitrato de bario. Pero, por favor, no lo tengan ustedes en cuenta; no quiero parecer erudito y que después me saquen los colores.

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