• Home

  • Diccionario Sampedro

Hace ya tres años largos que nos dejó José Luis Sampedro, a los 96 de su nacimiento, y ahora memoro algunos de sus muchos pensamientos en los que coincidíamos mucho antes de conocernos, quizá porque también coincidimos en algún anecdotario. Por ejemplo: «¿Recuerdan cuando les conté mis miedos en Zaragoza, mis experiencias con los jesuitas y los ejercicios espirituales? Allí están los orígenes.

Más tarde, al crecer, uno se percata de que las cosas no son como nos las contaron, porque si aquel miedo está justificado es que la vida es pecado y eso no puede ser. Al descubrir que lo que se llamaba pecado es la vida misma, se pierde el miedo al pecado y con él desaparece el paraíso de la inocencia». Puede que a los lectores más jóvenes les parezca trivial esta reflexión, pero su origen marcó una época. También de acuerdo con José Luis cuando desde el otro extremo de la edad suspira: «No soy ajeno a muchas de las cosas que ocurren ahora, pero muchas de ellas me resbalan, no me interesan nada», lo cual no le impedía analizarlas con rigor. La editorial Debate y su viuda y alma siamesa Olga Lucas acaban de publicar Diccionario Sampedro, un libro que reúne citas del escritor sobre los temas que le preocuparon agrupándolas por orden alfabético de la A de agua a la V de violencia, y teniendo en cuenta las preocupaciones/explicaciones de este economista, novelista y humanista políticamente incorrecto en tantas ocasiones, la propuesta del diccionario es tentadora para los amigos, como recordatorio, y para quienes no lo hayan leído como entremés previo al suculento menú de su contundencia sobre la injusticia en la distribución de los bienes materiales e intelectuales, el acoso sistemático a la libertad individual, la banalización de la incompetencia, la explotación de la tierra y las finanzas, la presencia del otro en toda persona y su sensibilidad ante amor y erotismo. Que de todo eso hay en sus bellas novelas como Octubre, octubre, La sonrisa etrusca, El amante lesbiano… Cómo no coincidir con él cuando dice: «Por ejemplo: si a toda la globalización le quitas Internet e informática, te has cargado la globalización actual y te quedas, sin más, en la explotación del mundo por los más ricos, como se ha hecho siempre. Es decir: el salto cuantitativo, como afirmaban los dialécticos, también es cualitativo. Vuelvo, en otras palabras, a lo de que esa barbarie moderna es tecnología». Y cómo no agradecerle si has vivido los años de plomo el recordatorio de Martin Luther King: «Hay una conducta más escandalosa que la de los malvados y es el silencio de los hombres buenos que callan y miran para otro lado sin protestar de las maldades». Con un estrambote en otra novela: «¿Sabes? A veces Ahram necesita la palabra. La que comprende o la que aniquila».
Como todo diccionario, éste carece de argumento pero nos proporciona el placer intelectual de la desconexión de significados dentro del riguroso orden alfabético de las palabras, bosque en el que perderse en busca del árbol de la ciencia aunque ya nos sepamos arrojados a la historia. Nos dedicamos algún que otro libro y hoy me emociona la generosidad y afecto de sus dedicatorias. Para los no iniciados un último atractivo de Sampedro: su sentido del humor. Es de una de sus clases: «¿Por qué hablo de sirenas y no de funcionarios que es lo que he sido en mi vida?». Antes de morir pidió un campari con hielo, se lo bebió y dijo: «Ahora empiezo a sentirme mucho mejor, muchas gracias a todos».

Destacados

Lo más leído