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  • Áspid de oro

«Pasen y repasen las páginas de este libro y lean, entre bellezas literarias y supuestos sociológicos y profesionales, todas las caras, fáciles y difíciles, de esa institución de la sociedad moderna que algunos quieren discutir pero a la que nadie puede ignorar: la farmacopea. Precisamente porque hay profesionales que dejan honda huella en su inquietud y entusiasmo».

Revólver en mano, revolviendo y manoseando en mi viejo estudio de San Sebastián, el ocio de las vacaciones navideñas cuando el esquí quedó hace años atrás, doy con un opúsculo cuyo título y portada me hacen recuperar un tiempo aún más lejano, un delicioso librito en cuarto, Premios Áspid de oro, de la editorial Azur, de 1970, en el que se recogen dichos premios convocados por un colega a quien no tuve el honor de conocer, Antonio Benítez Díaz, titular de la farmacia San Felipe en la ciudad de Cuenca. Premios a artículos retransmitidos o publicados en la prensa diaria cuyo tema debía ser el párrafo inicial de esta tertulia. El dibujo de la portada, delicioso ajedrez de benjuí, quina, aloe y varios más, junto a un sonriente boticario, es de Francisco Izquierdo, editor, pintor, escritor y animador cultural en la España de los sesenta. El volumen recoge los ganadores del año 1967, Raúl Torres, con «¡Viva la rebotica!», y de 1968, Juan Van-Halen, con «La farmacia como misión», además de una veintena de finalistas de ambos años. Junto con la nostalgia, la sorpresa de tantos concursantes, la de sus presentadores en la entrega de los premios, Federico Muelas y Ricardo Montequi, y la de dar entre los concursantes con el nombre de viejos amigos ya perdidos para siempre, nuestros colegas Rafael Palma y José María Fernández Nieto, y el inolvidable Francisco Umbral con su «La farmacia», publicado en el Informaciones de Madrid. Es curioso comprobar lo fractal, hermoso y eficaz de la prosa del amigo Paco; en estas breves líneas del 68, casi debutando, ya está madura su concepción de la columna periodística. Plagiémosle como homenaje doble: al autor y a la farmacia. «Pasaron las viejas boticas con rebotica, con tertulia literaria, librepensadora, cientifista y con gato (...), pero he aquí que en la honda rebotica de la botica romántica, floreada y rameada, con inscripciones latinas y flores de perfume medicinal, se fraguaba la gran revolución científica de nuestro tiempo, el gran golpe de estado a la muerte. Uno, que es hombre de pastillas, amancebado con su pildorita rosa como una vicetiple mínima, guarda una tierna gratitud literaria para las farmacias románticas, un respeto imponente para las farmacias funcionales y un entusiasmo desesperado para la Farmacia, ciencia mayúscula que con mayúscula escribo.»
A saber de qué tertulia me viene una de sus citas farmacéuticas: «El antibiótico y el barbitúrico son dos esdrújulos curalotodo». El hermoso nombre de áspid creo que se emplea ahora en unos premios publicitarios de salud y farmacia referidos al ámbito iberoamericano. Los supongo valiosos, pero muy lejos de esa querencia cultista concentrada en el librito que nos ocupa (me temo que inencontrable en la cuesta de Moyano e incluso en iberlibro.com), la querencia culta de la buena prosa con que José María hace una ardiente defensa de su profesión y Rafael se pone añorante desde el mismo título: «Diez céntimos de bicarbonato». La idea de un premio temático a artículos publicados en la prensa nacional suele ser muy eficaz, y uno, desde esta veterana tertulia, anima al colegio de Jaén a retomar el premio del también inolvidable Pedro Malo, alias Duodécimo Edicione.

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