Posiblemente algunos lectores crean que hay un error en el título. ¿Vapear? ¿Qué «palabro» es ése? Se trata de un término aún no admitido por la Real Academia de la Lengua. También podría decirse «vaporear». Entiéndase por «inhalar vapor». Recientemente se ha venido utilizando la expresión «vapear» para la inhalación de los vapores procedentes de los denominados «cigarrillos electrónicos». La entrada en vigor de la nueva normativa reguladora del consumo de tabaco, junto con una buena estrategia de marketing, los ha puesto de moda. Como consecuencia de las nuevas restricciones, se ha producido un notable incremento del número de personas que intentan dejar de fumar. Muchas de ellas, sin embargo, no acuden a un profesional cualificado (médico, farmacéutico, psicólogo, personal de enfermería). Dejar de fumar sin ayuda profesional es posible, pero el número de fracasos es mucho más elevado. Y aún más si el fumador confía en métodos que, en el mejor de los casos, no han demostrado eficacia alguna de forma rigurosa.

El mercado del cigarrillo electrónico

Según parece, el primer cigarrillo electrónico se comercializó en 2004 gracias a la ingeniosidad de los chinos, que supieron ver un mercado emergente por el avance de las medidas del control del tabaco. Desde la entrada en vigor de la nueva normativa sobre tabaco, el producto estrella son los cigarrillos electrónicos. Se trata de un dispositivo que permite a los fumadores más ansiosos seguir manteniendo el «cigarrillo» en la mano y seguir fumando, aun sin poder dar una calada a un cigarrillo de tabaco con nicotina. En poco más de un mes, la venta de estos artefactos inhaladores en las farmacias se ha multiplicado por cuatro. La gran demanda de cigarrillos electrónicos ha agotado las existencias de algunos fabricantes, aunque parece que el desabastecimiento no durará mucho.

Existen dos tipos de dispositivos: desechables (10,50 €) y recargables (40 €). Los de¬sechables permiten unas 200 inhalaciones y se presentan con distintos sabores (manzana, nicotina, menta). Algunos contienen nicotina, y otros no. A pesar de las declaraciones de los fabricantes, lo cierto es que se ha detectado la presencia de nicotina en dispositivos «sin nicotina».

 

El mecanismo

Los cigarrillos electrónicos son productos diseñados para ofrecer nicotina y otras sustancias en forma de vapor. Por lo general, se componen de un dispositivo con pilas recargables y un elemento de calefacción; la otra parte consiste en un cartucho reemplazable que contiene nicotina u otros productos químicos, y un atomizador que, al calentarse, convierte el contenido del cartucho en vapor. Este vapor puede ser inhalado por el usuario.

 

Efectividad

Existen estudios, como uno realizado en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston, que califican a estos cigarrillos como una «herramienta» muy prometedora como ayuda para dejar de fumar. La cursiva es nuestra: no es para dejar de fumar, sino para «ayudar» a dejar de fumar.

El trabajo, publicado en el American Journal of Preventive Medicine, explica que el 31% de los encuestados, tras utilizar el cigarrillo electrónico (con nicotina), aseguraban haber dejado de fumar 6 meses después de la primera compra del producto. Con respecto a este estudio, hay que tener en cuenta dos aspectos. El número de fumadores estudiado es insuficiente. Además, la tasa de respuestas obtenidas es bastante baja. Y, en cuanto a la efectividad, no supera el 4,5%, una cifra realmente baja.

La Food and Drug Administration (FDA) no considera estos productos como válidos para ayudar a dejar de fumar. Una monografía del Institute of Medicine (IOM) de la National Academy of Science de Estados Unidos concluía que los cigarrillos electrónicos no han demostrado ser más seguros que los cigarrillos convencionales ni un método evaluado para dejar de fumar.

 

Seguridad

La presencia de nicotina en los cigarrillos electrónicos permite sortear tanto la legislación sobre productos farmacéuticos como la normativa sobre tabaco. Las autoridades sanitarias han empezado a plantearse la necesidad de regular su uso, estableciendo unos controles preceptivos. Las estrategias iniciales podrían orientarse hacia la prohibición de su utilización en espacios públicos cerrados.

No puede darse crédito a la afirmación de que «solamente» desprenden vapor de agua. En los vapores de algunos cigarrillos electrónicos se han detectado cantidades apreciables de nitrosaminas, sustancias cancerígenas que se encuentran también en el humo del tabaco convencional. También se ha detectado la presencia de dietilenglicol, que se usa en anticongelantes para coches.

 

Voces de alerta en España

La Sociedad de Neumología y Cirugía Torácica del Sur (Neumosur) desaconseja el cigarrillo electrónico para dejar de fumar e insta a los pacientes a seguir las recomendaciones o tratamientos prescritos por especialistas médicos. Los neumólogos advierten que la eficacia de estos falsos cigarrillos «está muy lejos de ser demostrada», y subrayan que su uso no ayuda al paciente a romper con el hábito de «llevarse algo a la boca».

Además, señalan que la inocuidad de estos cigarrillos también «suscita muchas dudas», por lo que aplauden la decisión de la Consejería de Salud Andaluza de estudiar a fondo su composición. La decisión de la Consejería de Salud consiste en proceder a un profundo análisis de los componentes de los cigarrillos electrónicos para corroborar que se adecúan a los términos en los que se ofrecen a los consumidores y evitar posibles fraudes o efectos adversos para la salud. La administración sanitaria ha encargado un estudio de la composición de estos productos, que conllevará el análisis pormenorizado de sus componentes y mecanismos de funcionamiento. Esta revisión se realizará en el Laboratorio de Tabaco de la Junta de Andalucía, donde ya se realizó una aproximación pormenorizada de la composición de los cigarrillos convencionales.

Las autoridades sanitarias entienden que los dispositivos que contengan nicotina deberían ser autorizados por la Agencia del Medicamento, equiparándose a los tratamientos sustitutivos existentes. Ello obligaría a los fabricantes a tener que demostrar la eficacia de sus productos y a declarar la existencia de posibles efectos secundarios o contraindicaciones.

Los cartuchos que verdaderamente no contengan nicotina podrían ser autorizados por una normativa más general, siempre y cuando se compruebe que el producto se comporta de acuerdo con las especificaciones del fabricante y que no resulta perjudicial para la salud.

 

¿Y en Estados Unidos?

De momento, la FDA aún no ha evaluado la eficacia o la seguridad de ningún cigarrillo electrónico. Sin embargo, se han realizado pruebas de laboratorio con diversas muestras de cigarrillos electrónicos. Los resultados obtenidos plantean muchas dudas sobre los procesos de calidad en la fabricación de estos productos, a los que no duda en calificar de deficientes o, incluso, de inexistentes.

Ante esta situación, la FDA ha tomado la medida de enviar una carta de advertencia a cinco distribuidores de cigarrillos electrónicos por posibles transgresiones de la Ley Federal de Alimentos, Medicamentos y Cosméticos (FDCA). Estas transgresiones incluyen afirmaciones sin fundamento y malas prácticas de fabricación.

Otra medida adoptada por la FDA ha sido el envío de otra carta a las empresas de estos dispositivos para que trabajen en cooperación con la Agencia, a fin de asegurar que los cigarrillos electrónicos que se venden en Estados Unidos son comercializados legalmente. La Agencia tiene la intención de regular los cigarrillos electrónicos y productos relacionados de acuerdo con su misión de proteger la salud pública.

 

La letra pequeña

Curioseando en las instrucciones de uno de estos artilugios, me ha llamado la atención la advertencia que se hace al usuario. Después de manipular los cartuchos, debe proceder a lavarse las manos. En cambio, puede introducirse en nuestros pulmones sin problemas. ¿Inventarán un cigarrillo para «lavar» los pulmones?

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