Los falsos mitos

A lo largo de estos meses les he ido desmenuzando en estas páginas las teorías y teoremas que conforman mi visión global del Erasmus, que habrán comprobado están llenas de ideas románticas y bofetadas de realidad a partes iguales. Hoy vengo a darles una pequeña dosis de lo segundo. La beca Erasmus es de esas cosas que no todo el mundo conoce, pero de la que, como buenos españoles, todos opinamos. Esta sobreexposición a la opinión pública ha deformado la realidad de lo que en el fondo es una simple beca de estudios (o mucho más, como les trataré de convencer después).

Hay dos mitos que sobresalen por encima de los demás. Uno es el de «De Erasmus, no se estudia nada». Si alguno de ustedes me va a venir ahora con la cantinela de que todos los estudiantes que conocen han vuelto con todo aprobado, no pierdan el tiempo; aquí tienen a uno que no lo consiguió. Y no es que yo sea especialmente espabilado... No, no fue ésa la cuestión. La microbiología, con sus bacterias grampositivas y sus gramnegativas son iguales aquí y en Italia, y si no eres capaz de diferenciar cuál se mueve por cilios y cuál por flagelos, no vas a aprobar, por muy Erasmus que seas o mucho que repitas en el examen que eres del Madrid. No hay manera. La respuesta a la pregunta «mecanismo de acción de la carbamazepina» siempre estará relacionado con los canales de sodio, y no aceptarán por respuesta cómo preparar una buena paella. Ni aunque su fumé sea estupendo. Sí es posible que les den alguna facilidad por el hecho de tener que defenderse en un idioma que no es el suyo, pueden ustedes hablarlo con toda la fluidez del mundo, pero siempre estarán jugando en campo enemigo y algunos profesores se apiadarán de todas maneras. Ya sé que habrán oído todo tipo de historias fantásticas que conjugan los términos salir de fiesta, no haber estudiado y profesor simpático. Yo también, pero pocas eran de farmacéuticos e incluso menos eran ciertas.

La palma en este ámbito se la lleva Italia, que está vista desde todos los demás países como la versión siglo XXI de un Sodoma y Gomorra académico. Para darles un ejemplo de esta falacia, les daré sólo un dato: el Decano de Decanos de facultades de Farmacia en Europa es italiano y da clases. Imaginarán, como yo, que no estará dispuesto a vender barata su piel para dar un aprobado, y que por supuesto no regala nada. Una cosa sí que es cierta respecto a Italia: hay una convocatoria oral cada mes para cada asignatura, de manera que a poco que se sea algo organizado, es medianamente factible aprobar. Lo complicado es organizarse, porque al final, se acaba dejando todo para el final. «Mejor mañana» es una frase que se oye mucho.

No lo olviden, es una beca de estudios y, como tal, obliga a estudiar.

 

El segundo gran mito de la beca es el de ligar. Aquí las fábulas sí que rozan lo fantástico en algunas ocasiones. La cuestión en este asunto es por un lado la probabilidad y por otro el factor novedad. Es sencillo, si normalmente en sus ciudades de origen salen tres noches a la semana, ahora pasarán a salir cinco o seis. De manera que, si dedican su tiempo a la noble causa del cortejo, lograrán buenos resultados porque tendrán más oportunidades. Además, el ser humano aprecia lo nuevo. Los primeros días, los de los nervios y la emoción, son los que deben aprovechar (esto es más consejo).

Hablando de las relaciones sociales, puede que ese punto sea otro de los mitos. Los amigos Erasmus no son para siempre. O no todos. En cuanto lleguen ustedes a sus destinos, formarán pequeñas familias y confiarán sus mayores secretos a unos auténticos desconocidos. Esos desconocidos harán lo mismo, creando vínculos fortísimos y necesarios. Compartirán con ellos noches, exámenes, viajes, días de biblioteca y hasta cama, pero cuando vuelvan a sus casas y retomen sus vidas, por unas cosas o por otras, casi todos aquellos grandes amigos desaparecerán de sus vidas progresivamente. La beca Erasmus es una vida de mentira dentro de su vida, y no siempre es fácil encajar a tantas nuevas personas en un esquema anterior que suele estar muy formado. Primero habrá muchas quedadas, después algún viaje y, por desgracia, las uniones irán poco a poco desapareciendo. Hay excepciones, claro que sí. Incluso parejas que nacen gracias a la archiconocida beca, pero predomina el síndrome del Gran Hermano, con altas dosis de exaltación de la amistad, fugaz cual entrega televisiva.

Todas estas mentiras que les cuento, aunque parezca una guía de tópicos, tiene un fin y es llegar a otra gran mentira: cuanto más lejos, mejor. Mentira. Existe la errónea creencia de que irse de Erasmus cerca no es irse de Erasmus, y el mayor damnificado de esta falsedad es Portugal. Muchos son los estudiantes que descartan al vecino por pensar que están al lado de casa. Lamento decirles que eso es otra gran mentira. La experiencia vital que va a representar en sus vidas el programa Erasmus se lleva dentro, y no depende de si están ustedes en Moscú o en Lisboa. También en Portugal van a vivir un sinfín de experiencias y van a formar una Torre de Babel de nacionalidades. Además, y volviendo al primer tema del que hablábamos, el nivel de las facultades de farmacia portuguesas es muy elevado, y la exigencia es la más cercana a la de España (donde, al contrario de lo que se piensa, se estudia y mucho). Ya les hablé de las prácticas tuteladas, e hice la defensa que merecían las de nuestros ibéricos vecinos, pero por si se les ha olvidado, les dejo que repasen (http://www.elfarmaceutico.es/el-farmaceutico-joven/diario-de-un-erasmus/item/1827-las-practicas-tuteladas.html).

El objetivo de desmontar todas estas pequeñas mentiras tiene un fin mayor que el de defender a Portugal, y más aún en estos días inciertos de primas peligrosas y crisis del euro. Hoy me voy a soltar la melena para defender la beca por motivos distintos a mis habituales odas al crecer como personas (gracias a la lucha contra los nuevos problemas que nos crea el Erasmus). Es algo mucho más serio que todo eso. El Erasmus, ahora que cumple los 25 años, ha logrado que exista una generación de ciudadanos europeos desde los pies a la cabeza, permitiendo crear la base de lo que algún día será una Europa unificada. Las uniones construidas desde arriba se tambalean y lo hacen desde el total desapego que muestran los gobernantes europeos, incapaces aún de entender las grandes diferencias que existen entre los Estados miembros. Nunca será igual un griego que un alemán, como no es igual un cántabro y un canario, pero hemos de fomentar esos vínculos de solidaridad que nos lleven a ayudarnos. Que ustedes liguen mucho, poco, mal, que aprueben, que sean más o menos exigidos es una nimiedad, al lado de esta última idea, la de crear una Europa solidaria, comprensiva y formada. Siempre digo que seré Erasmus toda la vida, y ahora he entendido que soy Erasmus desde la E de europeo a la S de estudiante.

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