La colchicina es un alcaloide activo derivado del vegetal Colchicum autumnale. Esta planta es conocida desde tiempos antiguos, donde ya era utilizada para el tratamiento de enfermedades inflamatorias, entre ellas la gota. Además de este uso terapéutico, este alcaloide también puede ser utilizado como antimitótico inhibiendo la rápida multiplicación de las células tumorales, y en investigación en el campo de la citogenética y la biología celular, debido a que inhibe o detiene la división celular en vegetales y animales permitiendo observar los cromosomas, y estudiar varios procesos durante la replicación celular, como son la metafase o la anafase.

La historia de la colchicina está íntimamente relacionada con la gota debido a que son dos conceptos conocidos desde la antigüedad. Se dice que la gota fue identificada por los egipcios en 2640 a.C., donde ya fue mencionada en el papiro de Ebers (1550 a.C.). En este documento se encuentran todos los conocimientos que hasta su día los egipcios habían descubierto sobre la fisiología humana, la farmacia y la medicina. En él se describen las enfermedades y su respectivo tratamiento, así como la composición farmacológica, el tipo de administración y el conjuro necesario para su efectividad. La gota y el uso de Colchicum autumnale ya formaron parte de este documento, aunque de una forma muy diferente a los que entendemos hoy en día sobre estos conceptos.

En el siglo V a.C. se le reconoció a Hipócrates, en los aforismos publicados en el año 2500 a.C. realizando las primeras descripciones de la gota úrica: «Los eunucos no padecen gota, ni se quedan calvos». «La mujer no sufre gota hasta que deja de tener menstruaciones». «Los jóvenes (varones) no padecen gota hasta la madurez sexual».

En cuanto a la colchicina, también fue mencionada en el libro de Pedacio Dioscórides Anarzabeo, Materia medica, donde fue descrita como una sustancia tóxica y, por tanto, no era recomendada para los dolores de origen articular.

Colchicum autumnale procede de la palabra Colchis, un antiguo distrito de la costa del mar Negro donde se producía en abundancia, aunque este concepto no fue utilizado hasta siglos después. De la misma manera que la palabra gota; derivada del latín gutta, no fue utilizada por los médicos hasta el siglo X de nuestros tiempos. Antiguamente a la gota se la denominó podagra (del griego podos: pie, y agreos: atacar), aunque no hacía referencia exactamente a la descripción de gota de nuestros tiempos. Tenían la creencia de que la gota era un aumento de uno de los cuatro humores, los cuales, en condiciones normales, se encontraban en equilibrio, y que en ciertas circunstancias fluía una gota por las articulaciones causando inflamación y dolor.

Celso (siglo II d.C.) clasificó la gota, la artritis y el reumatismo como la misma enfermedad. Él padeció gota y recomendó; como tratamiento, el ejercicio regular y evitar la obesidad. Era tan frecuente la gota en la antigua Grecia que se hacían obras de teatro dedicadas a este mal. Además, tenían una diosa causante de la gota: Trapopodagra, que perjudicaba a los médicos que luchaban contra ella.

Galeno (131-200 d.C.) fue el primero en describir los tofos, y asoció la gota al alcoholismo y al abuso de comida. Además, afirmó que la gota no se debía a la aglomeración de uno de los humores clásicos, sino a una sustancia tóxica o «humor pecaminoso». Hasta entonces, el único tratamiento que se utilizaba eran diferentes purgantes como el heleboro.

No fue hasta los siglos VI y VII, época correspondiente al imperio bizantino, cuando dos personajes describieron la patología humoral, al descubrir, a través de la teoría de los humores, el origen de la gota. Uno de ellos era Alejandro de Tralles, que describió la existencia de la Hermodactyl (dedo de Hermes) para el tratamiento de la gota, que hoy en día conocemos como colchicina. También fue utilizada por Avicena y Rhazes, aunque fue condenada por la aparición de efectos tóxicos. Puesto que la colchicina era un veneno para el organismo en nuestros antepasados, su uso quedó restringido.

En 1683 apareció un médico inglés, Tomás Sydenham, que destacó entre los más importantes del siglo XVII, tanto que fue llamado el Hipócrates inglés. Sydenham sufrió la gota y describió el ataque agudo de esta, diferenciando las formas agudas de las crónicas y las separó de la fiebre reumática. Anteriormente, en 1679, Antonio van Leeuwenhoek observó en el microscopio cristales de urato procedentes de un tofo, pero no le dieron importancia hasta casi tres siglos después.

En 1763, Anton de Stork fue el responsable de la reintroducción de los extractos de la raíz de Colchicum autumnale como terapia, aunque estos extractos fueron fundamentalmente utilizados por su efecto diurético en la hidropesía, como purgante, acción que ya fue descrita en el Dioscórides.

Nicolás de Husson, en 1770, fue el primero en introducir una panacea. Se trataba de una solución que contenía Colchicum autumnale, a la que llamó «Eau médicinale». Esta solución fue empleada por Benjamin Franklin para el tratamiento de su gota, introduciendo su uso en los EE UU tras su estancia en Francia, debido a que se demostró su utilidad en esta enfermedad. Husson recomendó su solución para el tratamiento de la gota, ciática, reumatismo, parálisis, epilepsia... En 1810 Jones observó los notables efectos del «Eau médicinale» en la gota, y en 1814 James Want descubrió el alcaloide específico responsable del efecto terapéutico de la gota en la Colchicum autumnale. Este alcaloide era la colchicina.

Haden, en 1820, se refirió a la colchicina como un remedio general para el tratamiento de las enfermedades agudas y crónicas inflamatorias. Describió los efectos beneficiosos de la colchicina en las inflamaciones reumáticas, en lumbago, bronquitis, psoriasis y asma, entre otros. Maclaga revisó sus estudios clínicos y la recomendó para la gota aguda, inflamaciones reumáticas y urticaria.

Durante el siglo XIX se generalizó el empleo del Colchicum autumnale para el tratamiento de la gota. Posteriormente, Houde consiguió la síntesis de la colchicina, de la que procede uno de los nombres comerciales del medicamento: Colchicine-Houde®,

Respecto al origen de la gota, es decir, la acumulación del ácido úrico, empezó a sospecharse sobre el siglo XVIII con diversos estudios, y en 1793 Forbes planteó una hipótesis basada en que la gota podría deberse a un aumento de la cantidad de ácido úrico en el cuerpo. Posteriormente, durante años diferentes investigadores demostraron la causa exacta que hoy en día conocemos de esta enfermedad.

En años recientes ha habido discusiones en cuanto a la especificidad de la colchicina, y se ha observado en diferentes estudios que ésta ejerce su mayor acción en el tratamiento de la gota. Aunque a partir del siglo XX se han ido incorporando otros tratamientos para esta enfermedad como los salicilatos, el alopurinol en 1963, etc.

Desde el siglo XVIII, la colchicina se ha empleado como tratamiento de elección de los ataques agudos de gota, hasta la aparición de los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) y de los corticosteroides en el siglo XX. Aunque hay países, como Brasil y Francia, en los que la colchicina es el fármaco más empleado para el control de los ataques agudos de gota. Esto es debido a que tiene una acción antiinflamatoria específica para este trastorno y, por tanto, también sirve para su diagnóstico.

Se trata de un alcaloide lipófilo que puede administrarse vía oral (con absorción variable) y vía intravenosa. Su metabolismo es hepático y su eliminación renal, por tanto limita el uso a pacientes con afecciones hepáticas y renales, ya que podría acumularse y causar toxicidad. Esta es una de las razones por las que se dice que los AINE presentan un perfil de seguridad mejor. Sus efectos adversos más frecuentes son los gastrointestinales. Aunque su administración intravenosa los previene, por esta vía aumentan los problemas de intoxicación, ya que no aparecen las reacciones gastrointestinales de sobredosificación que marcan el tope de dosificación para prevenir la toxicidad. Hay que recalcar que no hay antídoto para casos de sobredosis o intoxicación aguda o crónica, por ello se debe tener en cuenta a los pacientes con afecciones gastrointestinales, hepáticas, renales y geriátricos, sin olvidar a las mujeres embarazadas y lactantes, pacientes para los que su uso está contraindicado.

Hoy en día, la principal pauta para la utilización de la colchicina es la profilaxis de los ataques de gota, teniendo en cuenta que su efectividad es mayor cuando se inicia el tratamiento entre las primeras 12 y 24 horas de iniciados los síntomas. Generalmente se emplean dosis de 1 mg cada 8 horas el primer día del ataque, después 1 mg cada 12 horas durante dos o tres días y, posteriormente, 1 mg al día como tratamiento de la profilaxis de ataques.

El inicio de la terapia con hipouricemiantes produce movilización de los tofos y puede precipitar un ataque agudo de gota. Por eso se recomienda la adición de colchicina al inicio del tratamiento hipouricemiante. El tratamiento con colchicina ha demostrado ser eficaz, llegando a disminuir un 80% el número de ataques, tanto en pacientes no tratados con hipouricemiantes como en la profilaxis de los ataques inducidos por hipouricemiantes. Entre otras utilidades, se emplea como tratamiento y profilaxis de ataques en la pseudogota, en la prevención de la amiloidosis de individuos con fiebre mediterránea familiar y en el tratamiento de la esclerodermia.

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