Casi todas las personas sufren, al menos una vez en la vida, trastornos relacionados con el tracto gastroesofágico (reflujo, gastritis, dificultades digestivas). Su prevalencia es alta, ya que los padecen entre un 8,8 % y un 25,9 % de la población europea, entre un 18,1 % y un 27,8 % en América del Norte y un 23,0 % en América del Sur.

El reflujo gastroesofágico (RGE) consiste en el paso sin esfuerzo del contenido del estómago hacia el esófago. Sucede de forma natural en todas las personas, niños y adultos, pero en ocasiones es tan frecuente o intenso que puede constituir un problema de salud. El esófago no está preparado para soportar la acidez del contenido gástrico, por eso se puede inflamar y lesionar si la presencia de ácido es muy frecuente o no se elimina adecuadamente1.

En el caso de los niños, el RGE, aunque esporádico y especialmente en el período postprandrial, preocupa habitualmente a los padres. Ocurre en el 75% de los lactantes a los 4 meses y en un 15% a los 7 meses. La historia natural de la ERGE ha demostrado que en la gran mayoría de lactantes se resuelve entre el primer y segundo año de la vida. Sin embargo, si persiste en la edad preescolar o se manifiesta en niños mayores se observan períodos de mejoría y recaída con una tendencia a persistir hasta la edad adulta hasta en un 50% de los casos2.

Es fundamental distinguir entre dos grupos de niños: el “regurgitador feliz” («happy spitter»), que presenta regurgitaciones frecuentes sin otra sintomatología ni repercusión clínica acompañante, y el paciente con la enfermedad del reflujo gastroesofágico (ERGE) en el que el RGE causa signos o síntomas que provocan un deterioro del estado físico o de su calidad de vida. Antes de tratar de modo terapéutico a un niño con RGE, hay que plantearse la necesidad del mismo: solo precisarán tratamiento aquellos niños con ERGE en los que el reflujo cause síntomas o produzca complicaciones3.

Identificar estas afecciones no es nada fácil, porque se caracterizan por síntomas como hinchazón, dificultad de digestión, ardor de estómago y meteorismo. En condiciones fisiológicas, las mucosas del esófago y del estómago contrarrestan la acción de las sustancias irritantes por medio de sistemas de defensa seleccionados por la evolución natural, en concreto, saliva y bicarbonato en el esófago y moco gástrico en el estómago. Se trata de sistemas muy eficientes, pero que ponemos a prueba a diario, lo que puede ocasionar reflujo, gastritis y dificultad de digestión. Todos estos trastornos tienen en común un elemento fisiopatológico: el contacto de las mucosas con los jugos gástricos o los agentes irritantes.

El tratamiento terapéutico clásico consiste normalmente en la reducción de la acidez de los jugos gástricos, una estrategia que, aunque eficaz, conlleva la modificación del ambiente estomacal. Por otro lado, existen enfoques diferentes, por ejemplo, intervenir en la protección de las mucosas del estómago y el esófago y no considerar el ácido clorhídrico como un enemigo, sino como un elemento necesario para el funcionamiento del tracto gastroesofágico. Este tipo de intervención se puede efectuar por medio de sustancias de origen vegetal, que integren las defensas fisiológicas formando una barrera activa. En concreto, la investigación metabolómica junto con la biología de los sistemas ha identificado las sustancias naturales más eficaces y capaces de reproducir una acción protectora similar a la fisiológica sobre las mucosas del esófago y del estómago. Se ha demostrado que los componentes polisacarídicos junto con las sustancias minerales nahcolite y limestone (carbonato de calcio), tienen la capacidad de formar una película similar a la del moco fisiológico, que mantiene la eficacia de los sistemas de regulación de la acidez y, además, de ejercer una acción antioxidante en sinergia con los flavonoides.

Además de las sustancias naturales, también nos ayudan los pequeños cambios en la dieta y el estilo de vida, por ejemplo: evitar el consumo de comidas rápidas o fuera de horas, masticar bien los alimentos antes de tragar, no fumar ni beber alcohol, cocinar platos sencillos y prescindir de los alimentos que permanecen más tiempo en el estómago.

En cuanto a cambios en el estilo de vida de niños y adolescentes, no hay evidencias científicas que aprueben o rechacen un tipo de dieta específica. Los expertos recomiendan disminuir la ingesta de cafeína, alcohol, chocolate, grasas, picantes que disminuyen la presión del EEI (esfínter esofágico inferior) en adultos. La disminución de peso además mejora la sintomatología del RGE. Algún estudio ha mostrado beneficios con dieta baja en hidratos de carbono3.

Fuentes:

Update on the epidemiology of gastro-oesophageal reflux disease: a systematic review Hashem B El-Serag1, Stephen Sweet2, Christopher C Winchester2,3, John Dent4

1 Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica https://www.seghnp.org/familias/reflujo-gastroesofagico

2 Asociación Española de Pediatría - https://www.aeped.es/sites/default/files/documentos/rge.pdf

3 Revista Anales Pediatría – https://www.elsevier.es/es-revista-anales-pediatria-continuada-51-articulo-diagnostico-tratamiento-del-reflujo-gastroesofagico-S1696281813701124

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