Forcada, pirene, moneu, bruñal, estaladiña, áurea, negreda y muchas otras son variedades de uva ancestrales recuperadas alrededor de la península ibérica. Entre ellas tenemos la morenillo, una variedad tinta autóctona de la D.O. Terra Alta, en Tarragona, que después de muchos años de lucha (tantos como 12) ha conseguido convertirse en variedad autorizada de esta D.O. gracias a algunas bodegas de la zona que, capitaneadas por Bárbara Forès y Piñol, han logrado la inclusión de esta variedad para la elaboración regulada de sus caldos.

La morenillo, de la que pueden encontrarse cepas casi centenarias en la comarca, es una variedad que se adapta perfectamente a la climatología y al terruño de la D.O. Terra Alta. Se suele describir con complejidad y destacando atributos como la elegancia, la sutileza, el frescor, la acidez, el especiado y la delicadeza. Se trata de una variedad de poco grado y poco color, que aporta mucha acidez a los vinos, así como una gran cantidad de aromas primarios. Es complicada de cultivar, y no solo porque tiene la piel muy fina (lo que complica su manejo en la vendimia), sino también porque presenta un ciclo vegetativo muy largo pues se recoge normalmente a finales de octubre. Aun así, es una planta de gran porte que presenta un grano bastante grande.

El trabajo y el cariño con que se ha tratado esta variedad han hecho que el vino resultante sea manipulado con un mimo impecable, consiguiendo un cuerpo y una magia especiales que se aprecian aún más cuando se conoce el esfuerzo que hay detrás para que podamos beber un vino de una variedad ancestral, recuperada de la que se cree que solo hay unas 50 hectáreas, 10 de ellas controladas.

Si es importante la conservación vitivinícola, lo es más dar una oportunidad a estos vinos singulares elaborados con estas variedades.

El Templari

 

El Templari 1
El Templari 

Bodega Bàrbara Forés

D.O. Terra Alta

Precio: 15 €

Embotellado por primera vez como monovarietal de morenillo en la añada 2018, sustituye las maderas de crianza por tinajas de barro, que no hacen sino redondearlo y potenciar su parte más mineral y afrutada. En la bodega se refieren a este vino como vino rojo, debido a la fragilidad de su capa y a su brillante y precioso color carmesí. En nariz transmite tierra, moras, melocotón y mandarinas. En boca, combina los toques ácidos de los frutos rojos del bosque con unos elegantes toques vegetales finalmente amargos. Contundentemente licoroso, intenso pero jugoso y tánico. Con mucho carácter, merece mucho la pena decantarlo y dejarlo respirar un par de horas antes de servir. Perfecto para carnes rojas y guisados de presa.

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