Las farmacias de Cantabria son ‘puntos violetas’ para “parar las violencias machistas”, según han explicado la directora general de Igualdad y Mujer del Gobierno de Cantabria, Consuelo Gutiérrez, y la presidenta del Colegio de Farmacia, Rita de la Plaza, tras la reunión telemática que han mantenido con los colegiados para explicarles los detalles de esta campaña, que forma parte de una iniciativa del Ministerio de Igualdad para implicar al conjunto de la sociedad en la lucha contra la violencia machista y extender la información necesaria para saber cómo actuar ante un caso de violencia contra las mujeres.

El vicepresidente y consejero de Universidades, Igualdad, Cultura y Deporte, Pablo Zuloaga, ha señalado a las farmacias como un lugar de encuentro y un punto seguro para trasladar y dar testimonio de un síntoma de violencia de género que ayude a perseguir y erradicar una situación que esté viviendo una menor, una mujer o una familia como consecuencia de convivir con un maltratador.

En este sentido, ha reconocido que desde las instituciones queda por delante un trabajo arduo para erradicar la violencia de género.

Tras poner de manifiesto la estrecha colaboración que el Gobierno regional mantiene con el Colegio Oficial de Farmacéuticos en el impulso y desarrollo de numerosas iniciativas en el ámbito de las políticas sociales, Zuloaga ha expresado su deseo para que esta campaña sea también un éxito.

A través de esta campaña, el personal de las farmacias ha recibido orientación para que, ante una situación de violencia de género, facilite la información necesaria a las mujeres que acuden a estos establecimientos y requieren de atención integral –física, psicológica, emocional y social– por parte de recursos especializados.

La presidenta del Colegio Oficial de Farmacéuticos, Rita de la Plaza Zubizarreta, ha afirmado que las farmacias comunitarias son “un punto de interés sanitario estratégico, un centro esencial de cuidado de la salud”. Por su cercanía y accesibilidad, sin necesidad de cita previa, la presidenta ha asegurado que la profesión farmacéutica está “disponible para la población en todos los lugares de Cantabria”.  Por eso, al establecerse como Punto Violeta “suman esfuerzos en la lucha social contra la violencia machista”, ha declarado.

El protocolo de actuación abarca “cualquier forma de violencia y malos tratos por razón de género, ejercida contra todas las mujeres, incluidas las menores de edad, independientemente de quién sea el supuesto agresor”, según ha explicado la directora general.

“El itinerario que tendrán que recorrer las víctimas hasta salir de esa situación de violencia será largo y complejo, pero siempre que lo necesiten, deben saber que la farmacia quiere ser punto de apoyo para todas ellas”, ha asegurado Consuelo Gutiérrez.

Para ello, las farmacias de Cantabria han recibido una Guía Punto Violeta para actuar frente a la Violencia Machista y conocer los recursos para las propias víctimas. También incluye información sobre qué es la violencia machista, sus diferentes manifestaciones, y cómo detectarla.

Además, estos establecimientos disponen de materiales, como carteles y adhesivos con un código QR vinculado a la Guía Punto Violeta para actuar frente a la Violencia Machista, que tienen como objetivo señalar que ese espacio es un lugar seguro para las víctimas, donde pueden recibir información y acompañamiento si lo necesitan.

La directora general de Igualdad y Mujer ha destacado que las farmacias comunitarias son establecimientos sanitarios a los que acuden con frecuencia las mujeres víctimas de violencia por los efectos negativos que padecen en su salud y suelen ser percibidas por ellas como “un recurso cercano, especialmente para las mujeres que residen en el medio rural y que tienen más dificultades para acceder a otros recursos”.

Ha recordado que detectar un posible caso de violencia machista es una tarea complicada que requiere cierta sensibilización y formación específica ante la participación de factores psicológicos, como el temor a enfrentar los miedos y el dolor emocional a los que se une el miedo, la vergüenza o incluso la falta de reconocimiento de la propia mujer como víctima de violencia de género.

Estas dificultades son todavía mayores, según precisa Gutiérrez, en el caso de mujeres con discapacidades que dependen de su pareja incluso para su cuidado; mujeres migrantes en situación administrativa irregular y/o con barreras idiomáticas; mujeres que viven en el medio rural, donde el acceso a los recursos y a la protección pueden estar más limitados; mujeres embarazadas o que han parido recientemente; mujeres de edad avanzada; mujeres que ejercen la prostitución, drogodependientes u otra circunstancia que las coloque en situación de exclusión social.

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