La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26 que se está celebrando en Glasgow (Reino Unido) ocupa estos días un lugar destacado en todos los medios y también en muchas conversaciones de ciudadanos preocupados por el futuro que nos espera. Muchas de estas informaciones y conversaciones hacen referencia al efecto que la forma en que nos alimentamos, cada vez más occidentalizada, tiene en este cambio climático. Frente a esta tendencia surgen numerosas voces autorizadas hablando de cómo la dieta mediterránea puede contribuir a frenar este cambio. Lo cierto es que hemos llegado a un punto en el que «ya no podemos disociar la salud individual de la salud del planeta, la salud planetaria nos implica a todos». Así lo considera, al menos, Anna Bach Faig, vocal de Alimentación y Nutrición del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona (COFB).

Anna Bach
Anna Bach

 

«Para asegurar nuestra continuidad como especie hemos de tener en cuenta la seguridad alimentaria», explica Anna Bach, que asegura que «una dieta saludable es muy parecida a la sostenible, hay un grado de solapamiento muy grande». Estamos, sin embargo, lejos de conseguir que una dieta saludable sea la norma. Los datos del estudio de 2017 Global health effects of dietary risks muestran que un 22% de las muertes que se producen en el mundo se pueden atribuir a una causa alimentaria y corresponden, concretamente, a tres factores: el consumo elevado de sal, el consumo bajo de cereales integrales y el consumo bajo de fruta. «La gente de ciudad, los jóvenes y las personas con pocos recursos económicos consumen muchos más productos procesados, siguen una dieta más occidentalizada, que se aleja de la dieta mediterránea». Por fortuna, otros datos indican que «el 60% de la generación milenial están dispuestos a cambiar y a adoptar unos hábitos alimentarios que prioricen los productos de origen vegetal». Anna Bach reconoce que esto «no quiere decir que lo estén haciendo, pero sí indica que al menos tienen la sensibilidad y la actitud para un cambio».

Todo apunta a que hemos de ir hacia un sistema alimentario más sostenible, que actúe como uno de los principales motores del cambio climático, un desafío ante el que el ciudadano de a pie quizá se sienta abrumado, por la dificultad que supone alimentarse de una forma correcta. Pero Anna Bach no lo ve así: «Puede parecer difícil, pero no lo es. La alimentación saludable y la sostenible van muy alineadas. De hecho, las recomendaciones que hacemos sobre dieta mediterránea van alineadas en los dos aspectos, hay muy pocas excepciones. En general, una dieta saludable es muy parecida a la sostenible, hay un grado de solapamiento muy grande. Se trata de seguir más que nunca las recomendaciones de los expertos. Es problema es que pocos las siguen».

Precisamente, una de las soluciones que proponen los expertos para conseguir un sistema alimentario más sostenible es el consumo de insectos, que, según explican, pueden ofrecer una proteína alternativa segura, saludable y sostenible. Anna Bach coincide en que es una posible solución, pero reconoce que «en una sociedad occidental es complicada y a corto plazo no es una opción, pero sí lo es a nivel global. Hay países en los que sí hay una cultura de la entomofagia y es inevitable que a nivel global y a largo plazo se busquen estas proteínas, porque son saludables, sostenibles y seguras. De hecho, ya se están comercializando y son una alternativa accesible para algunas poblaciones en algunos contextos. El consumo puede ser en forma de harina y, si es así, la barrera mental hacia el consumo de insectos puede ser superable». Pero Anna Bach es realista e insiste en que «hoy en día lo que es factible en nuestro contexto es la dieta mediterránea, que ha demostrado ser más sostenible que la dieta occidentalizada basada en productos de origen animal, que son los que tienen un mayor impacto porque se necesitan más recursos para su producción: más agua, más tierra, más energía y emiten más gases de efecto invernadero».

 

Papel del farmacéutico

Le preguntamos a Anna Bach cómo pueden contribuir los farmacéuticos a conseguir una alimentación más sostenible. «Los farmacéuticos –dice– podemos seguir recomendando a nuestros clientes una dieta saludable y, además, sostenible», y prosigue: «El consejo alimentario también se puede hacer desde la farmacia y con él reforzar el mensaje de que todo lo que nos va bien para el corazón también ha de ir bien para el planeta. España es un gran consumidor de carne, cada vez consumimos más productos procesados, con envoltorios, y todo esto tiene un impacto. Ya no podemos disociar la salud individual de la salud del planeta, la salud planetaria nos implica a todos y para nuestra continuidad como especie hemos de tener en cuenta la seguridad alimentaria».

 

Quienes deseen profundizar en este tema puede recuperar la conferencia «Alimentación y sostenibilidad. Nuevas tendencias en la alimentación» que Anna Bach impartió en la Semana del Farmacéutico de la Alimentación, celebrada entre el 24 y el 27 de mayo de 2021 (https://youtu.be/vOM5UvKibU8), organizada por el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos.

 

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