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  • La banalidad como inversión

Una mujer joven en el baño con una esponja en la mano y una sonrisa radiante: podría ser la imagen publicitaria de un gel de baño o de una pasta dentífrica, pero es un cuadro expuesto en el museo Thyssen de Madrid. Su autor es Roy Lichtenstein, uno de los principales exponentes del pop art. En 2022 Christie´s vendió una obra de Lichtenstein, de estética cómic, por 43,2 millones de dólares.

La banalidad fue abriéndose paso a medida que el arte reflejaba las características de la sociedad americana. David Hockney es un pintor inteligente y sutil, pero el público y los coleccionistas parecen sentir predilección por sus obras de la etapa californiana, con sus palmeras y piscinas de un color azul deslumbrante en las que se zambullen los cuerpos bronceados. Jasper Johns alcanzó la gloria con su serie de pinturas que reproducen fielmente la bandera americana. El cuadro de Richard Hamilton ¿Qué es lo que hace que los hogares americanos sean tan diferentes, tan atractivos? es un icono de la banalidad artística. Una pareja desnuda posa rodeada de todos los objetos característicos de un hogar americano de 1958; no faltan la aspiradora, el televisor, una grabadora y una lata de jamón en conserva. El hombre posa con un chupachups que tiene inscrita la palabra pop. La estética es kitsch, el cuadro es un homenaje irónico al estilo de vida americano de las clases medias, una sátira banal de una forma de vida banal.

El minimalismo de Donald Judd, Frank Stella, Dan Flavin y Sol LeWitt acentuó la simplificación del arte: «Menos es más» era el lema de los minimalistas, una frase que posibilita la autosatisfacción con la realización de una obra menor. Un narcisismo ligero, que se satisface con nimiedades. Los artistas abstractos también se han apuntado a la decoración tras haber renunciado a la densidad intelectual de Pollock y Rothko. Los actuales artistas abstractos crean obras amables, que lucen en casas contemporáneas de grandes proporciones, en instituciones corporativas, parlamentos y entidades bancarias, obras que no plantean ninguna pregunta incómoda al espectador y que satisfacen a todos. Un arte decorativo, como aquel contra el que se levantaron airados los primeros abstractos.

Los hermanos Chapman pintaron en 2003 una serie de garabatos sobre los grabados originales de Goya, procedentes de una edición de 1937 de Los desastres de la guerra. En 2018 Sotheby’s subastó y vendió por 1,3 millones de dólares Girl with Balloon (Niña con globo), de Banksy. Apenas adjudicada, fue destrozada por una trituradora que estaba oculta dentro del marco; hubo sorpresas y risas. La compradora no anuló la venta y se quedó con la obra, que ahora se llama Love is in the bin (El amor está en la papelera). Según los expertos, la obra triturada vale al menos el doble que la obra original. Sotheby’s manifestó que es la primera vez que se crea una obra de arte durante una subasta.

Gilbert and Georges son una pareja de ingleses de aspecto anodino que parecen sacados de una película de Monty Python. Dicen no estar contra nada, odian los museos. Cuando los entrevistan, cantan y gesticulan. Se consideran esculturas humanas. Están en contra del elitismo de las galerías de arte, y dicen que supieron que iban por el buen camino cuando vieron que su obra gustaba a la limpiadora de la galería donde exponían sus obras. El arte conceptual les parece, según sus propias palabras, un piñazo. En una de sus obras posan de espaldas, agachados, abiertas las nalgas, enseñando sus esfínteres anales: la provocación más banal del arte contemporáneo.

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