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  • Se solicita esclavo para todo

En un tiempo de realidad virtual, secuestro exprés, partido de Champions y adanismo político, resulta a veces refrescante mirar hacia atrás sin prisa y comprobar cómo se puede tropezar dos veces con la misma piedra pero no bañarse otra vez en el mismo río por no llorar.

Leamos este fragmento de La asamblea de las mujeres, una comedia de Aristófanes escrita casi 400 años a.C. Dice Praxágoras: «Quiero que todos tengamos una parte de los bienes comunes y que la propiedad sea de todos; de hoy en adelante, no se hará ya distinción entre ricos y pobres; no se repetirá el caso de un hombre que posee vastas extensiones de terreno y otro que no tiene el suficiente para cavar su propia sepultura. Es mi intención que sólo exista un nivel de vida; para empezar, dispondré que toda la propiedad privada se convierta en propiedad común». Pregunta Blépiro: «Entonces, ¿quién hará todo el trabajo?». Y responde Praxágoras: «Para eso habrá esclavos».

Ahora vayamos a la California de la década de 1960, con todos los universitarios haciéndose señales de humo, pero no de tabaco, y consultemos en Internet el Manifiesto SCUM de Valerie Solanas, un texto en inicio literario, ingenioso y mordaz, y análisis feminista radical sumamente avanzado para su tiempo, que invierte la teoría del falo de Sigmund Freud y decide: «siendo una hembra incompleta, el macho se pasa la vida intentando consumarla». Predice y empareja la inseminación artificial y los cajeros automáticos, y otros detalles de ese tipo, y recomienda una tremenda solución final en forma de movimiento feminista. Es el testamento de la ira de una mujer que ha sido abusada y marginada; scum, como voz inglesa, es capa de suciedad, pero SCUM, como sigla, es la de Society for Cutting Up Men, o sociedad para cortar en pedazos a los hombres. Las dos condiciones esenciales para ingresar en el movimiento son: para la mujer, haber asesinado a un hombre, y para el hombre convertirse en esclavo de una mujer. A Valerie la calificaron de lesbiana lunática y, tras el intento fallido de asesinar a Andy Warhol, le diagnosticaron una ligera esquizofrenia paranoica más cuatro años de cárcel, pero nadie rebatió la eficacia de los esclavos para solucionar el problema.

Puede que lo virtual, exprés y adánico sea una llamada a solucionar los problemas complejos dándoles la espalda y aplicando soluciones contundentes, pero lo más terrible es que aún nos queda otra un paso más allá de la esclavitud, pura literatura comparada. Josué de Castro, en su impagable Geografía del hambre, vaticina cómo la necesidad, y ninguna como el hambre, se impone al azar legal de las fronteras y que la ola migratoria cubrirá la Tierra. La solución la había sugerido ya Jonathan Swift con el canibalismo (incluye recetas de cocina) en su Modesta proposición para evitar que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o para el país, y ahora, mientras los medios de comunicación de masas y la red de redes me agobian informando de continuas e intolerables desgracias, resulta que en nuestro país el problema es la aritmética de los votos. Como si nuestros políticos quisieran darle la razón a Borges: «La democracia es un abuso de la estadística». Lo de esclavo para todo no recuerdo si lo leí en ofertas o demandas.

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