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¿Por qué Farmacia?

«¿Por qué Farmacia?». Ésa fue la pregunta que me hicieron mis padres cuando les dije que quería estudiar Farmacia, a lo cual contesté: «¿Por qué no?».

Ana Isabel Pérez Rabasco

«¿Por qué Farmacia?». Ésa fue la pregunta que me hicieron mis padres cuando les dije que quería estudiar Farmacia, a lo cual contesté: «¿Por qué no?».

Mi futuro atormentaba a mis padres; nadie en mi familia tenía oficina de farmacia: ¿qué haría yo cuando acabase la carrera? Mucha gente cree que los estudiantes de Farmacia somos «hijos de...» que, teniendo el negocio en casa, pasamos cinco (o más) años de nuestra vida estudiando para, al acabar la carrera, tener el futuro solucionado; los hay, pero no somos todos. En mi caso, como ya he comentado, era la primera en adentrarme en este maravilloso mundo.

Una vez decidida la carrera, tocaba elegir el lugar. La verdad es que tenía muchas posibilidades: Barcelona, Salamanca, Granada, Pamplona..., pero me decanté por la más próxima a casa (lo que me salvaría en momentos de extremo agobio) y la que mejores valores podía aportarme: la Universidad Miguel Hernández, Campus de San Juan.

Recuerdo como si fuera ayer el primer día. Las piernas me temblaban cuando crucé el umbral de la puerta de aquel edificio blanco, lleno de gente de allí para acá, no encontraba la clase, te desesperas, el primer profesor te advierte de que irás a septiembre, primeros cafés con tus compañeros...

Miles de sensaciones que no te enseñan en el bachiller, ritmo al que te adaptas forzadamente, «jueves universitarios» que marcas en rojo en tu querida agenda. Al mes aproximadamente de empezar las clases, nuestra facultad se engalanaba con el CEFA (Congreso de Estudiantes de Farmacia de Alicante), el cual este año ha llegado a su sexta edición, y que he tenido el gusto y honor de organizar junto con mis compañeros de clase.

Llegaron los primeros exámenes, los meses sin salir de la biblioteca, las interminables semanas de febrero (28 días en época de estudio universitario son eternos), y cuando me di cuenta había quitado la hoja de junio del calendario: había sobrevivido a mi primer curso de Farmacia.

Los cursos siguientes han sido un abrir y cerrar de ojos: prácticas de laboratorio, clases, trabajos, congresos, «borregadas» (míticas en nuestro campus, aunque en las últimas ediciones han sido prohibidas).

Ambiente inmejorable

El ambiente universitario de nuestro campus, para mí, es inmejorable. No es un campus enorme, más bien pequeñito, pero es muy acogedor. Me gusta estudiar en esta universidad por la cercanía con los profesores ya que, al sólo haber una clase por curso, permite establecer más relación con los mismos. A los compañeros de otros cursos te los conoces de verlos por los pasillos o en la cafetería (que ha sido de las últimas mejoras en nuestro edificio).

Desgraciadamente, el tema de la crisis también ha tocado a la universidades, y de ahí que los laboratorios del nuestra facultad hayan tenido que limitar los gastos. Aun así, creo que es una buena universidad, con sus limitaciones, como todas las universidades, pero nos permite llevar a la práctica lo que muestran nuestros libros de química farmacéutica, farmacología, biofarmacia, tecnología farmacéutica, bioquímica, microbiología...

A pesar de eso, la universidad tiene una amplia oferta de prácticas de verano, cursos complementarios, becas de colaboración con profesorado (sobre todo en el reconocido Instituto de Neurociencias, que participa en la formación de los estudiantes con dichas prácticas), que te ayudan a decidir cómo enfocar tu futuro. Gracias a ello, en el verano de 2009 pude hacer prácticas en el Hospital Universitario de Elche, en concreto en el Servicio de Farmacia, y este verano las pude realizar en una oficina de farmacia. Ambas experiencias me mostraron las futuras opciones que tenía al acabar la carrera (unas de las muchas que hay) y me dieron la oportunidad de aprender cosas que los libros no me enseñarían en ningún curso.

Ahora que estoy acabando la carrera me doy cuenta de que los mejores años de mi vida los he pasado en «ese edificio blanco», y entonces es cuando se me plantea el dilema más importante, el que más peso tiene: ¿qué haré después?

Afortunadamente, yo lo tenía bastante claro y, después de mi experiencia con las prácticas, todavía más. Me gustaría trabajar en el hospital, en algún laboratorio de bioquímica o microbiología, aunque en realidad no descarto tampoco el servicio de farmacia hospitalaria o análisis clínicos. Lo que tengo claro es que en enero de 2012, si todo sigue según lo previsto, haré el examen FIR; para ello ya me he puesto en contacto con la academia que hay en Valencia, he reservado mi puesto y empezaré a recibir libros en junio.

Difícil decisión

Se me presentan unos meses difíciles: en marzo acabaremos las clases teóricas y entonces me quedarán por delante seis meses de prácticas, las cuales voy a distribuir: tres meses en una oficina de farmacia y otros tres en el servicio de farmacia de hospital (en este orden). No he decidido ni qué farmacia ni qué hospital, todo depende de mi expediente. A partir de junio, emplearé mis mañanas en el hospital y por las tardes estudiaré para el examen FIR, que tendré en enero. Pasado septiembre, me iré a Valencia para continuar estudiando más intensamente hasta la fecha del examen y, una vez hecho éste, a esperar para elegir la opción más adecuada.

En este momento, con tantas dudas acerca de mi futuro, siento una especie de losa sobre mí. Por eso voy a todas la charlas: que si trabajo en el extranjero, que si másteres... Todo. No me gustaría acabar las clases sin haber barajado todas las posibilidades.

Pero, hasta el momento de elegir mi sitio definitivo, voy a disfrutar del momento que vivo, de mis últimas clases en la universidad, de los compañeros, de las horas de biblioteca. Y las preocupaciones, para más tarde.

Como todos los estudiantes, he tenido mis momentos de agobio, de plantearme por qué me había complicado tanto la cabeza con esta carrera, de querer dejarlo todo, pero no me arrepiento absolutamente de nada y me siento muy orgullosa de estudiar Farmacia y, sobre todo, de hacerlo aquí, en San Juan.

Supongo que las incertidumbres, las preocupaciones, los deseos y las ilusiones que yo tengo serán los mismos que los de los miles de estudiantes de Farmacia. Creo que revistas como éstas nos ayudan, a los «jóvenes farmacéuticos», a encaminar nuestro futuro, a manteneros informados de todas las opciones, de los últimos adelantos y, sobre todo, para que aquellos que tengan en mente estudiar esta carrera, se decidan.

Por ello, me gustaría agradecer a El Farmacéutico Joven la oportunidad que me ha brindado de narrar mi historia y desearle los mejores deseos en esta su primera edición.

Para mí ha sido todo un honor poder inaugurar esta sección y animo a todos los estudiantes de Farmacia, de cualquier universidad, a que cuenten sus dudas, sus problemas, sus preocupaciones, su experiencia profesional en la sección.

Me parece que revistas como ésta son un verdadero apoyo para los estudiantes y una fuente de información clara y accesible. También podrían ser de gran ayuda a los profesores, haciéndoles cercanos los problemas diarios de los estudiantes o de otros profesores de diferentes universidades.

Espero que, dentro de unos años, vuelva a escribir en esta sección, pero contando mi «gran trayectoria profesional», ja, ja, ja.

Un saludo.

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