
Manuel Machuca González
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Que el Estado garantice a sus ciudadanos el derecho a la salud es una muestra de su madurez como organización colectiva. Porque un Estado, como conformación política, incluya o no los sentimientos de patria o nación entre sus ciudadanos, si tiene sentido para éstos se debe a que juntos se consigue crecer como individuos, como personas, y a que existe igualdad de oportunidades para el pleno desarrollo de cada cual y nos sostiene en la enfermedad y en las dificultades de la vida.
Vivo la farmacia desde que fui engendrado. Ya en el vientre de mi madre subí y bajé escaleras cuando ella trataba de alcanzar los medicamentos que se almacenaban en aquellas estanterías de madera que llegaban casi hasta el techo. Me acostumbré desde entonces a los olores de la farmacia, a todos aquellos potingues y líquidos que se almacenaban en preciosos frascos de cristal que todavía conservamos, con la etiqueta ya amarilleada por el paso del tiempo.
Vende pañuelos de papel en una rotonda en las afueras de la ciudad. Allí lleva varios años buscándose la vida, haciendo lo que puede por sacar adelante a su mujer española y a su hija. Hace ocho años que llegó a España. Salió de Nigeria porque no había futuro. Un país rico en recursos naturales, aunque el gobierno esté sentado sobre ellos e impida que la riqueza se escape de sus tentáculos alargados.
A principios del año 2001 dos entusiastas profesores de la Universidad de Sevilla ya jubilados, Joaquín Herrera Carranza y María José Martín Calero, organizaron lo que fue el primer y único Congreso Universitario de Atención Farmacéutica hasta la fecha. Nadie desde entonces ha sido capaz de tomar el testigo de Sevilla como organizadora de un evento así.
Hace ya unos años, no tantos, la verdad, me invitaron a asistir como alumno a un curso sobre seguimiento farmacoterapéutico impartido por farmacéuticos de hospital. Me daba mucha pereza ir, era lejos de mi ciudad y no me apetecía mucho, pero al final un colega de la farmacia comunitaria me convenció de que era bueno escuchar a profesionales de otros ámbitos. Podían darnos otras perspectivas, una forma diferente de hacer las cosas.
Érase una vez una profesión a la que le tocó la lotería. Esa profesión era la farmacia, y de eso hace ya muchos años. Coincidió con un momento de gran crisis, en el que la industrialización del proceso de fabricación de medicamentos la vaciaba poco a poco de contenido científico.
En 1876, una serie de catedráticos, políticos y pensadores, liderados entre otros por Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón, fundaron la Institución Libre de Enseñanza con el deseo de transformar la realidad socioeducativa y cultural de España, en respuesta también al gobierno del conservador Cánovas del Castillo, que los había apartado de sus carreras docentes en la universidad. Buscaba construir una educación integral, activa, fundada en la educación global del ser humano, desde una perspectiva científica y ética, con la ambición de mejorar la sociedad desde diversos ámbitos y en diferentes campos del saber, como la medicina, el derecho o la filosofía.
Hace bastantes años, cuando el mundo de la atención farmacéutica comenzó a asomarse a nuestras vidas profesionales, una colega de mediana edad me espetó que ella lo que tenía que aprender lo había aprendido ya. Fue, lo recuerdo bien, en una de esas reuniones que terminaban con una copa de vino español, denominación que nunca he entendido, por lo variados y contundentes que resultaban aquellos deliciosos ágapes que la crisis nos robó.
Regreso a Perú después de casi 5 años. Sobrevuelo los Andes, cuyos picos emergen como imágenes fantasmagóricas entre las nubes, hasta que aparece la inmensidad de Lima, la Ciudad de los Reyes, y aterrizamos en El Callao.
Sí, ya lo sé, no hace falta que me des más datos. No me cuentes que con el seguimiento farmacoterapéutico se ahorra mucho dinero, ya lo sabemos. Por cierto, los datos que manejas están anticuados. Por cada dólar invertido en estos servicios no se ahorran cuatro, sino mucho más. Nuestros técnicos, compañeros tuyos, por cierto, me han traído datos más recientes: la relación es uno a diez, aún más rentable. Es verdad, invertir en vosotros sería un gran negocio.