
Francesc Pla Santamans
Farmacéutico comunitario. Director de El Farmacéutico
Aspiramos a ser recordados. El vértigo que nos produce el olvido es parte de nuestra naturaleza. Un temor con fundamento porque lo cierto es que, demasiado a menudo, lo que hemos dicho y lo que hemos hecho se desvanece y desaparece. El tiempo erosiona con crueldad nuestro rastro y es imposible percibir el camino por el que hemos transitado. Incluso somos capaces de olvidar a las personas que nos han acompañado y de las que alguna vez nos hemos enamorado, y, aunque estén allí, en nuestro pasado, las podemos enterrar en un rincón oscuro. Nada ni nadie tiene la garantía de ser recordado.
Ana M.ª Quintas cuenta con una dilatada experiencia detrás de un mostrador de farmacia. «Durante 38 años fui titular de una farmacia en Móstoles y actualmente soy titular, junto con mi hija M.ª José Justo, de una farmacia situada en la calle Feijóo, en Madrid capital.» Su hija está actualmente de baja maternal.
Hacía meses que no nos veíamos y que no habíamos cambiado impresiones. Antes lo hacíamos a menudo, pero las circunstancias lo cambiaron todo. Ella es un poco más joven que yo, aunque podríamos clasificarnos de una misma generación. La que los hijos empiezan a marcharse de casa. Sentía añoranza de esas conversaciones sobre nuestra profesión, los dos ejercemos de farmacéuticos en una farmacia. Prefiero describir así nuestra condición, la prefiero a la de los que utilizan la de «ser farmacéutico» para hacerlo. La vida es mucho más que una profesión, me da la sensación de que la empequeñecemos cuando nos limitamos a identificarla con una profesión, aunque su oficio ocupe una parte importante de ella.
La relación entre la forma y el fondo de las cosas genera muchos debates, reflexiones y ensayos. Hay quien sostiene que esta relación se circunscribe simplemente a la esfera de lo puramente instrumental en la que el continente tiene la utilidad de evitar el desparrame del contenido y poca cosa más. Los hay, en cambio, que sostienen que la forma es el reflejo fiel de la esencia de las cosas, e incluso hay quien defiende que sin la forma las cosas pierden su esencia, su alma que dirían algunos.
Alguien dijo una vez «Los árboles impiden ver el bosque». No sé quién lo dijo por primera vez, pero era alguien a quien le gustaba pasear por los bosques y que conocía toda la sabiduría, la experiencia y la paciencia telúrica necesaria para construir un entramado de vida tan sabio y consistente.
Desde hace 37 años, Àngel Torres Sancho es titular de la farmacia del municipio de Santa Eulàlia de Riuprimer, situado en la comarca de Osona a 6 km de Vic, que es la capital de la comarca y el centro neurálgico de la zona.
Vuelve Infarma, la cita más importante de la farmacia en España. En esta edición le corresponde al Col·legi de Farmacèutics de Barcelona la responsabilidad de la organización. Una vez más, las cifras de contratación de superficie expositora son muy buenas. La tradición volverá a cumplirse y esta edición superará a la anterior.
Los héroes dan siempre un poco de envidia, envidia malsana. Si pasas cerca de ellos, puedes notar su majestuosa invulnerabilidad restregada por toda tu cara, su aura lo ilumina todo mientras todas las miradas se dirigen hacia ellos. Ésa es la sensación que tengo cuando entro en la sala de la Galería de la Academia de Florencia. No hay muchos Davids como el de Miguel Ángel, y muchos de los que creen parecerse a él son burdas copias que no resisten una comparación exigente, pero existir, existen.
La farmacia de José Ibáñez en Gavà (Barcelona) es un verdadero desafío. Es como un gran trasatlántico que requiere un capitán experimentado, capaz de afrontar una travesía que puede deparar numerosas sorpresas.
Seamos sinceros: entregar al cliente una caja de medicamento con un boquete en el estuche es cuando menos sorprendente, por no utilizar otros adjetivos más crueles como ridículo o zafio. La costumbre ha hecho que el espectáculo que ofrece el farmacéutico delante de las propias narices de su cliente, mientras le revienta la caja de medicamento que le va a dispensar, ya no escandalice a casi nadie. Incluso es motivo de comentarios más o menos ocurrentes sobre la destreza del farmacéutico en el manejo de las armas blancas o sobre la paciencia jobiana que demuestra al realizar infinidad de veces una tarea tan absurda y sin sentido.