
Juan Esteva de Sagrera
Borges, a punto de volverse ciego, cuando vivía entre penumbras, escribió un magnífico poema, Elogio de la sombra, que empieza así:
Richard Ford, para algunos el mejor escritor americano vivo, publicó en 2014 (un año después en España) su cuarta entrega protagonizada por Frank Bascombe, protagonista de tres novelas anteriores: El periodista deportivo, El día de la Independencia y Acción de Gracias. La cuarta se titula Francamente, Frank, un conjunto de cuatro nouvelles a mitad de camino entre el relato corto y la novela. Frank, el protagonista, tiene 68 años, ha superado su cáncer de próstata, tiene a su exmujer ingresada en un hospital con Parkinson, recuerda la pérdida de su hijo y tiene unas relaciones no demasiado fluidas con sus hijos vivos. Se ha jubilado y asiste desde el interior a la devastación causada en la costa por el huracán Sandy, que ha derruido cantidad de inmuebles vendidos por él, entre ellas su propia casa antes de que se trasladase al interior.
Geordie Greig acaba de publicar en el Reino Unido Breakfast with Lucian, un libro basado en las conversaciones que mantuvo con Lucien Freud los últimos 15 años de su vida. Lucien, nieto de Sigmund Freud, es uno de los pintores del siglo XX con mayor prestigio y reconocimiento y sus cuadros alcanzan precios desorbitantes en las subastas, a pesar del feísmo que le caracteriza.
Me educaron, si puede aplicarse esa palabra a las enseñanzas que recibí, en un colegio religioso exclusivamente masculino, y, como en todos los escenarios en los que sólo hay hombres, el ambiente era áspero, descuidado y hosco.
Marcel Proust adoraba a su madre, le profesaba un amor imposible, que no permite la unión con el ser amado. El amor proustiano será siempre un amor sutil, indirecto, simulado: incapaz de culminarse, de aportar satisfacción y felicidad, elegirá sistemáticamente un objetivo imposible, el que más difícilmente pueda ser satisfecho.
Platón definió al hombre –si no recuerdo mal, quizá después de una cena opípara en la que supongo que corrió abundante el vino– como el único bípedo sin plumas. No creo que ni el hombre ni la mujer puedan definirse, pero quizá sí se nos pueda conocer un poco, y la aproximación de Platón no es que sirva para mucho.
El pasado mes de abril di una conferencia en la Real Academia Nacional de Madrid sobre los valores y garantías de los medicamentos, organizada por la Fundación Ciencias de la Salud. Acepté encantado y honrado el encargo y elaboré el típico powerpoint con múltiples ilustraciones. Al repasarlo, cambié de opinión y opté por una presentación al modo clásico, en el que me formé, anterior a la informática, cuando los ponentes escribíamos un texto y muchas veces lo leíamos en público, cuando nuestro trabajo consistía en elaborar un discurso conceptual en el que lo importante eran las ideas, su originalidad, orden y estructura, el estilo e, incluso, la dicción y la oratoria, todo ello ahora sustituido por una presentación audiovisual amena y atractiva, que desemboca inevitablemente en la ligereza, pero que es grata de escuchar sin prestar demasiada atención, que parece es de lo que se trata.
El ranking mundial de 2014 sobre la igualdad de géneros mide la diferencia de oportunidades entre hombres y mujeres en los distintos países. Los mejores son todos nórdicos, democracias liberales de países fríos y protestantes, en algunos casos monarquías parlamentarias: Islandia, Finlandia, Noruega, Suecia y Dinamarca.
Salvador Dalí, en uno de sus agudos escritos, reproduce un Picasso con los ojos desorbitados y la nariz desplazada y se pregunta: ¿de verdad es tan bueno? A continuación, reproduce una pintura de los academicistas franceses, nada menos que un Meissonier, uno de sus pintores favoritos, totalmente pasado de moda, y se pregunta: ¿de verdad es tan malo? Las cosas están cambiando, aunque no tanto como para que Meissonier reemplace en el favor del público y la crítica a Picasso, aunque en arte, como en todo, nunca se sabe.
Menorca es una isla recatada, llena de secretos que conocen bien los menorquines y que para muchos visitantes pasan desapercibidos. Sus monumentos «talaióticos» son más numerosos de lo que se supone, y el aficionado puede recorrer la isla en busca de esos restos arqueológicos, en general muy bien conservados y algunos poco o nada visitados.