Hace ya muchos años que la sociedad se dio cuenta de que los medicamentos «producían» problemas (muertes, eventos adversos, daños que también tenían consecuencias económicas que superaban la inversión que se había hecho para formularlos...), y que habría que trabajar para dar una respuesta.
Las diferentes profesiones de la salud han trabajado en esta dirección. Desde la medicina, se creó la «farmacovigilancia», actividad multidisciplinar, para notificar los eventos adversos que producen los medicamentos. Esta actividad tiene que ver más con la seguridad del producto y su aptitud para ser utilizado por los pacientes, pero no puede abordar lo que sufre cada uno de estos pacientes en un contexto habitual de práctica clínica. Aun así, gracias a ella se han dejado de utilizar medicamentos peligrosos.
Desde la medicina también se ha propuesto la «medicina basada en la evidencia», que contribuye a seleccionar los mejores medicamentos en cada caso y a luchar por mejorar la adherencia de los pacientes. Ha pedido ayuda a enfermeros y a farmacéuticos para contribuir a mejorar el cumplimiento, y se han elaborado guías de abordaje de la enfermedad para prescriptores. Por tanto, para la medicina, la propuesta para resolver los problemas de los medicamentos se resume en la mejora de la prescripción y el cumplimiento de sus consejos.
¿Y para la farmacia? La respuesta de la farmacia (y cuando me refiero a la respuesta lo hago, al igual que para la medicina o la enfermería, como aquella que proponen sus élites profesionales) ha sido que, para mejorar los resultados de la farmacoterapia, hay que evaluarla de manera integral, con criterios de indicación, efectividad y seguridad, analizando además si la actitud del paciente hacia la medicación puede ser parte causante o no del problema. En resumen, es una respuesta que parte del resultado de la farmacoterapia y trata de encontrar en el paciente o en la medicación la solución al problema.
¿Cuál es la mejor respuesta? Trabajar sobre mejoras de cumplimiento terapéutico ha conseguido incrementarlo en torno a un 15%, sin que con ello necesariamente se obtengan mejoras clínicas, que es de lo que se trata. Sin embargo, trabajar según la propuesta de los farmacéuticos lleva los resultados clínicos óptimos de los medicamentos del 40 al 82%. No existe práctica que produzca mayores beneficios en los pacientes que la que proponen los farmacéuticos, a pesar de que los farmacéuticos como colectivo continúen dándole la espalda, en especial en países como el nuestro. Algún día saldrá el sol también por aquí. Cuando caigan los cainitas. Y entonces, no antes, el futuro se hará presente.