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Crisis de valores

Después de una perjudicial y excesivamente larga fase de negación de la realidad, el país en su conjunto se ha dado cuenta, de golpe, que está inmerso en una situación de insuficiencia presupuestaria y con un nivel de endeudamiento preocupantes. En esta misma página, hace justamente un año a las puertas de un esperado verano, ya nos hacíamos eco del malestar y de la sorpresa del sector que estaba asistiendo a una cascada de medidas que afectaban tanto la facturación como el rendimiento de las farmacias.

Los efectos de la crisis económica que castigan al sector son profundos y persistentes, son como una gota malaya que va minando la esperanza de los que creían que el sector estaba adentrándose, una vez más, en un bache más o menos pasajero, uno más de esos a los que el sector se ha tenido que enfrentar en los últimos veinte años. Cada día que pasa parece más claro que no va a llegar el clásico y esperado remonte de la situación impulsado por el aumento del número de recetas o por la incorporación de nuevos medicamentos. Todo indica que, en el mejor de los casos, la situación actual se mantendrá.

La persistencia de la crisis económica es un factor determinante en la activación de una crisis aún más profunda, la de los valores. Es imprescindible no caer en la tentación de creer que los valores pasan a un segundo plano cuando las cuentas aprietan, olvidarlos o despreciarlos puede conducir a la desorientación, y la desorientación es el mejor método para perderse. Lo más peligroso que puede suceder cuando aparece una crisis de valores es caer en la tentación de creer que los valores no son importantes.

«Las crisis son también una oportunidad». Puede parecer una frase bienintencionada alejada de la realidad, pero no es así; aunque pese y signifique un esfuerzo importante, esta crisis ofrece la oportunidad de reflexionar sobre la idoneidad de los valores esenciales de la profesión. Preguntarse por lo esencial no es un simple ejercicio filosófico, es la mejor manera de construir un modelo sólido de profesión y de negocio. Hay muchos síntomas que indican que el sector de las oficinas de farmacia está abocado al cambio, pero el rumbo del mismo debería fijarlo el alma de la profesión si el sector no quiere estar a merced del viento de la economía. No hay nada que garantice el éxito de la travesía ni existen caminos garantizados, pero lo cierto es que un sector sin alma es mucho más vulnerable.

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