El junco

¿Cómo os va a las farmacias? Es una pregunta que a menudo sirve para iniciar la conversación cuando coincidimos con alguien que no es de nuestro gremio.

EDITORIAL junco
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Sin embargo, para que el interrogador se ahorre una introducción que puede provocar un profundo desánimo y la pérdida de curiosidad por cualquier respuesta, debería formularse de otra manera, que podría ser ésta:
El 26% de la población activa no tiene trabajo, más de la mitad de los jóvenes no encuentran trabajo, la deuda del Reino de España asciende al 98% del PIB, parece que debemos estar esperanzados porque vamos a crecer un pírrico 1%, pero sabemos que no se creará empleo hasta que seamos capaces de crecer por encima del 2,5%, el rescate de la banca nos va a costar un pastón, la presión fiscal es de las más altas de Europa, pero no la recaudación, los casos de corrupción van apareciendo sistemáticamente afectando a todo el arco político y a muchas instituciones... y las farmacias, ¿qué?
Que la pregunta fuera planteada de esta otra forma, serviría para calibrar con finura la respuesta. Y por qué no decirlo, serviría también para apreciar más intensamente lo que significa poder ejercer una profesión reconocida y valorada por una mayoría de la ciudadanía en un entorno empresarial privado que merece una regulación más allá de las estrictas reglas del mercado.
Es evidente que la gratitud no tiene nada que ver con la comunión con ruedas de molino, pero lo que puede calificarse de estupidez mayúscula o de ceguera intelectual es no entender que la estructura empresarial actual de la farmacia está sometida a la misma presión que soporta toda la sociedad y que puede resquebrajarse irremediablemente. Si el objetivo prioritario es mantener lo que realmente debería ser esencial –la independencia de nuestro ejercicio–, deben afrontarse con valentía y sin vacilaciones algunas cuestiones que a menudo se esquivan: la esencia profesional de la actividad de la farmacia, el modelo de coordinación con el SNS, una reforma del sistema de retribución de los medicamentos financiados con fondos públicos y la flexibilización del actual marco empresarial que permita superar el minifundismo del sector. Sin decidir sobre todo eso, sólo nos queda el recurso de esperar que el vendaval no rompa el tronco del viejo árbol. Sin duda alguna mis preferencias estratégicas se acercan más a la del junco. La flexibilidad. Cuestión de gustos.

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