Apiretal, Bactrobán, Zantac, Clexane… Y así hasta casi 100 fármacos que ya no se encuentran en las apotecas extremeñas desde hace varias semanas. La alerta la daba el Colegio de Farmacéuticos de Badajoz. Su presidente, Cecilio Venegas, se refería a principios de mes a un autoinyector de adrenalina para alérgicos, pero la escasez se extiende a otros artículos.
Dieciséis años después de que comenzaran a funcionar la recogida de medicamentos en los puntos SIGRE para su posterior reciclaje, en Extremadura saben de su existencia 9 de cada 10 habitantes de la región.
Los números no mienten. En 2013, la Consejería de Sanidad detectó que el consumo de medicamentos genéricos en Extremadura rondaba el 36% de todos los que se prescribían. Un porcentaje que apenas ha variado desde entonces y que es muy probable que acabe este año en el 37,6%.
En la fase más dura de la crisis, en el año 2011, la factura farmacéutica de la región extremeña llegó a los 329 millones de euros. Cuando poco después el ejecutivo de Mariano Rajoy impuso los distintos tramos del copago, este gasto empezó a descender hasta los 278 millones de 2013. Tres años después, al final del pasado ejercicio, este concepto ha supuesto más de 311 millones de euros. Es un 12% más que entonces y un 3,25% más elevado que en 2015.
Se cumple ahora una década desde que la prescripción electrónica echó a andar en la comunidad de Extremadura. En ese tiempo se han emitido 130 millones de este tipo de recetas, y lo que es más importante, prácticamente sin ninguna incidencia.
Así lo permite uno de los dos decretos aprobados por el gobierno autonómico hace pocos días. Hasta ahora, todas las farmacias extremeñas disponían de un horario muy similar, tanto en las grandes poblaciones como en las pequeñas.