Quien me conoce sabe que todos los veranos huyo del infierno en que se convierte Madrid y me marcho a Centroeuropa en busca de noches más frescas y ciudades interesantes. Este año no, sobraban las razones para quedarse.
Todo anuncia el fin del verano: los días se van acortando, pronto las primeras lluvias caerán sobre la tierra reseca, los días son calmos, tranquilos en contraposición a la agitación de los días veraniegos.
Decía un gran militar español: «Cuando el viento sopla en contra, no cabe esconderse en la trinchera: Hay que saber dar la cara al aire ¡Y vaya si se nota que escuece!»
Todos tenemos una. Me refiero a esa anécdota que se repite cíclicamente en las reuniones de amigos o familiares, esa historia que nos sigue haciendo reír, pensar, recordar... aunque la hayamos oído cientos de veces.