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  • Igualdad de género

El ranking mundial de 2014 sobre la igualdad de géneros mide la diferencia de oportunidades entre hombres y mujeres en los distintos países. Los mejores son todos nórdicos, democracias liberales de países fríos y protestantes, en algunos casos monarquías parlamentarias: Islandia, Finlandia, Noruega, Suecia y Dinamarca.

El sexto y séptimo son dos sorpresas: Nicaragua y Ruanda. A continuación, están Irlanda, Filipinas (otra sorpresa), Bélgica, Suiza, Alemania, Nueva Zelanda, Holanda, Letonia, Francia, Burundi y Sudáfrica (dos sorpresas más), Canadá, Estados Unidos (siempre decepcionante en derechos sociales), Ecuador y Bulgaria (sorpresas rela­tivas), Eslovenia, Australia, Moldavia (por delante de España), Reino Unido, Mozambique (también por delante de España), Luxemburgo y España, en el puesto 29 de 162 países. Después de España, aparece Cuba, un fracaso más del comunismo, ya que Cuba ni siquiera es el país más igualitario de Centroamérica y el Caribe.
Italia es el país 69, lugar inaceptable para la tercera economía de la zona euro. China, en estos momentos la primera potencia económica del mundo, ocupa el lugar 87, otro gran fracaso social del denominado gigante asiático, y una afrenta más para la historia del comunismo. Los últimos de la lista son previsibles: Yemen, Pakistán, Chad, Siria, Mali, Irán, Líbano, Jordania, Marruecos, Mauritania, Arabia Saudí y Egipto. Los países más igualitarios son democracias occidentales nórdicas y protestantes, los peores son países asiáticos y africanos, abrasados por el sol, las dictaduras, la falta de derechos humanos, la intolerancia, el machismo y el auge de una versión integrista de la religión musulmana.
A medida que se desciende en el ranking desaparecen las mujeres nórdicas, rubias, de ojos azules, con toda clase de derechos familiares, y surgen las mujeres de negro, silenciadas, ocultas, secuestradas, invisibles y en muchos casos mutiladas. Desearíamos vivir en los países que copan las primeras posiciones del ranking de igualdad de géneros, mientras que nos horrorizaría vivir en los últimos. La igualdad entre hombres y mujeres es la piedra de toque que diferencia una sociedad abierta y sana de la multitud de sociedades cerradas, claustrofóbicas, machistas y profundamente malsanas que dan un tratamiento enfermizo a las relaciones entre hombres y mujeres, al problema del deseo y del sexo. No se trata tan sólo de igualdad y derechos humanos, sino de salud (relativa, si se quiere) o de enfermedad sexual.
La situación de España es claramente decepcionante y permanece estancada. Dimos un salto hace años, pasando de una sociedad nacionalcatólica profundamente enfermiza y atrasada, que combinaba machismo y subdesarrollo cultural y económico, a una democracia que ha ido perdiendo calidad, como evidencian la corrupción estructural, la brecha abierta entre las familias en función de sus ingresos y la perpetuación de un machismo que dista mucho de ser residual. El proyecto de regeneración que plantean diferentes partidos, de constitución reciente y con buenas perspectivas electorales, deberá pasar la prueba de fuego de la igualdad entre géneros. Sin ella, en cada casa se instalan la guerra de sexos, la neurosis, la ansiedad y el malestar. Recordemos a Tolstói: «Todas las familias felices se parecen entre sí; las infelices son desgraciadas a su propia manera».

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