• Home

  • Fallecimiento fallido

Fallecimiento fallido

Hay noticias que lo dejan a uno con el alma en un hilo y a punto de caérsele a los pies. En realidad no fue noticia sino información, hace unas horas y en Wikipedia, en el resumen que proporciona de mi biobibliografía dice: fallecido en Madrid, 1935.

Fallecimiento fallido
Fallecimiento fallido

Aprovecho esta tertulia para desmentirlo rotundamente, todavía no. Me dio la noticia un amigo y resisto con cierta impavidez mi inexistencia; de ser aprensivo o supersticioso no sé cómo me hubiese afectado el hecho de simultanear nacimiento y fallecimiento, de no ser y de ser solamente el sueño de mis padres y algún que otro editor, licántropo de luna hiena tipográfica, zombi sin currículo y autor sin descendencia. En un momento así hay que reconducir el desmedido flujo de los pensamientos negativos como Popeye recurría a las espinacas ante cualquier ataque; está claro que ocurrirá pero podemos vender cara nuestra piel, o sea, destruidos pero no vencidos. La naturaleza no es ética pero tampoco estética y por el arte se desliza nuestra revancha; la belleza de un paisaje es un fenómeno cultural y se engendra en el punto de vista del artista, luego el arte no es un remedio pero sí un consuelo, un desahogo, una pataleta, no es mucho pero no hay quien dé más. Quevedo lo formalizó mejor en una maravillosa sustantivación de los tiempos verbales: «Soy un fue, y un será, y un es cansado». Cansado es desfallecido y no fallecido, y ni ganas de hacer una frase ingeniosa para el epitafio. Vivimos tiempos difíciles –pleonasmo, todos lo han sido– pero quizá ninguno tan paradójico como el presente: resulta que nos arruinamos porque el petróleo está barato y un señor de Eibain se arruina porque le ha tocado la lotería. La red de redes ayuda lo suyo con eso de la nube, ha singularizado lo de vivir en las nubes. Pocas noticias optimistas, pero no voy a dejar que lo del fallecimiento me arruine una muy alegre que iba a plantear en la tertulia, la de que está en marcha en nuestro país de países un concurso femenino de modelos XL, o sea de gorditas y gordas. Como me dice Inés Gallastegui, se trata de acabar con el reinado de esas chicas algo o muy anoréxicas de pómulos salientes, hombros puntiagudos y nalgas rectilíneas, y dar paso a las chicas de pechos generosos, caderas rotundas, buen apetito y sentido del humor. Lo del humor es esencial y seguro que estas modelos, superando con creces la talla 42, elevarán el ánimo de las ciudadanas visitantes habituales de tallas especiales, deprimente sección ajena a la moda. «El tallaje debería reflejar la diversidad de la población», dice una guapa concursante y añade: «Yo no me considero gorda, me veo estupenda». Tiene razón y nunca más volverá a camuflarse en una sudadera de chico. De la libertad del cuerpo trata este concurso; toda libertad debe ser bienvenida y bienvenida sea la resurrección de la carne. No es cierto que los caballeros las prefieran flacas, eso es un prejuicio social que se contradice con nuestro refranero, machista pero sincero cuando dice: «En la fiesta de la carne, cuanta más carne más fiesta». En esto de kilos y belleza, la naturaleza vuelve a demostrarnos que en estética decide nuestro punto de vista, la cultura. Pues sí, estas chicas de curva y hueso también me devuelven el buen humor, que falta te hace, si estás escribiendo algo que se titulará Demolición y te informan de tu fallecimiento el crepúsculo rola a siniestro. Confío en que cuando la tertulia llegue a su destino lo de mi fallecimiento, corregido o no en Wikipedia, siga siendo un error.

Destacados

Lo más leído