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  • El paso cambiado

Durante más de medio siglo la farmacia española ha conocido muchas crisis, de hecho ha vivido en una crisis permanente, pero ha mantenido unos puntos de referencia que le concedían estabilidad y cohesión: facturación y beneficios crecientes, aumento del valor de la cifra de traspaso, unión de la propiedad con la titularidad, titulación universitaria, aceptación de que las farmacias son establecimientos sanitarios, limitación en función del número de habitantes y de las distancias, fortaleza colegial, exclusividad en la dispensación de todos los medicamentos. Ese ha sido el marco en el que se ha insertado la farmacia española hasta identificar ese modelo con el modelo natural, poco menos que el mejor y el único posible. Ha habido muchos ataques y controversias, pero en 2011 el modelo sigue intacto, salvo en un aspecto crucial: la rentabilidad de las farmacias. Los retrasos en el pago de la factura farmacéutica por parte de unas administraciones autonómicas en grave situación financiera, los recortes en el precio de los medicamentos y sus márgenes, la dispensación por principio activo y de la especialidad más barata, el aumento de los costes de explotación combinado con una disminución de los ingresos están conduciendo al modelo a una progresiva implosión de efectos imprevisibles.

Todo se mantenía en orden mientras se cumplía el primer requisito de todo modelo farmacéutico: la rentabilidad de las farmacias y la recuperación de la inversión. Ahora, por vez primera, muchas farmacias ven comprometida su existencia empresarial, para obtener crédito los farmacéuticos han de avalar personalmente en las entidades financieras la deuda que con ellos contrae la Administración, y el precio de traspaso desciende, pues toda España vivía en una gigantesca burbuja en la que el precio de todos los activos subía y subía sin parar sin que lo justificase el incremento del ahorro o el de la productividad. Todo era pura especulación y ahora hay que pagar ese desenfreno e irresponsabilidad. El problema a dilucidar es si la crisis es coyuntural o estructural. Muchos esperan que la crisis se evapore como una pesadilla y vuelvan las alegres épocas en que sin hacer nada especial todo el mundo se enriquecía. Temo que ese mundo ilusorio no volverá y que para que el precio de los activos aumente habrá que hacer algo más que sentarse a la puerta y esperar a que pase el tiempo. La cuestión es saber si las farmacias seguirán siendo rentables, si la limitación por habitantes y distancias tiene hoy algún sentido, si la legislación ha fomentado la apertura de microfarmacias inviables en la nueva situación. Todo está en revisión: la viabilidad de la atención farmacéutica, el número de farmacias, su propiedad.

Mucha gente ha optado por la táctica del avestruz. No hacer nada, esperar que todo vuelva a ser como antes, que el endeudamiento se volatilice y vuelvan los buenos negocios. Me temo que es una actitud ilusoria y que el brutal endeudamiento de los Estados, los bancos, las empresas y los particulares conducen a un modelo del que nadie sabe nada. La farmacia ha vivido en un escenario proteccionista e intervenido administrativamente hasta el exceso, en un universo cerrado y poco competitivo que ha alentado la existencia de microempresas mientras todos los sectores económicos ganaban músculo, se concentraban, fusionaban y crecían para poder sobrevivir. No creo que nadie sepa hacia dónde se encamina la farmacia española ni el país en general pero sospecho que esta vez los cambios serán profundos y que las cosas no volverán a ser como eran antes de la crisis. El modelo español de farmacias, fragmentado en micromodelos autonómicos y abocado a una rentabilidad decreciente, sufrirá cambios imprevisibles. Como conclusión, todo lo que puedo decir es que en momentos de crisis ni conviene hacer mudanza ni caminar con el paso cambiado.

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