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  • Relación entre farmacéuticos: ¿es importante la edad?

MariateresaeyaralarMatices claves

María Teresa Eyaralar

Supongo que el lector, al ver la foto que adjunto, se podrá hacer una idea más o menos de mi edad y al comparar con el autor con el que comparto esta sección, se dará cuenta de que yo pertenezco al grupo de los veteranos.

Con 21 años compré la titularidad de la farmacia de Carbayín (Asturias) y comenzó una carrera profesional realmente apasionante marcada por la riqueza que caracteriza la relación entre personas de distintas generaciones que comparten el mismo entusiasmo. Y la consecuencia fue ser una protagonista más de la implantación de la atención farmacéutica en España.

La edad marca estereotipos y modula las relaciones entre los individuos. La edad «para el otro» puede tener matices positivos o negativos. Puede provocar respeto si lo que dices o haces es interesante para el otro, o si tienes un currículum que te avala. Pero también puede generar rechazo cuando no se comparten inquietudes o cuando lo que planteas se percibe como arcaico o te consideran un farsante.

Desde que pertenezco a la «categoría Veteranos» mi relación con generaciones de farmacéuticos más jóvenes es constante en el ámbito de la docencia, del trabajo en mi farmacia, de mi formación, en la Junta de Gobierno de mi Colegio y en la asistencia a congresos y jornadas profesionales

En la docencia presencial que imparto el punto de enganche es conseguir credibilidad. Enseñar desde los casos prácticos, ilustrar con la casuística que a mí me ha acontecido, demostrar con la realidad que se puede trabajar de otra manera.

En la farmacia de Carbayín se trabaja desde la historia de atención farmacéutica informatizada y el registro de información básica es inexcusable. Transmitir la utilidad de esta forma de trabajo hace que la comunicación con los jóvenes sea interesante para ambas partes. Las carencias de conocimientos se afrontan con entusiasmo por el estudio; mostrar confianza, paciencia y generosidad son claves para entenderse. Otro punto fuerte ha sido dejarme instruir por los más jóvenes en todos los campos, desde la actualización en farmacología hasta el manejo de herramientas informáticas. Una gran experiencia ha sido invitar a compartir con los jóvenes la autoría de artículos, la docencia y la investigación.

Asistir a congresos y reuniones profesionales nos da idea del grado de renovación de nuestra profesión y si el mensaje todavía engancha. Salir del círculo «de los siempre» nos da oportunidades para entender, valorar, compartir y para volver a casa con el espíritu de cambio renovado, con ganas de hacer cosas nuevas. Pero creo que estamos en un momento con falta de ideas, de imaginación que enganche.

Si tuviera que posicionarme respecto a las nuevas tecnologías, reconozco su utilidad pero no «me seducen», no me apasionan, utilizo lo básico.

El aislamiento que caracterizaba a los farmacéuticos que trabajamos en oficina de farmacia se rompió con Internet, el correo electrónico, las listas de distribución como la de Atención Farmacéutica, la participación en foros, el acceso a blogs, a páginas web, etc. Obtener, gestionar y generar información es rapidísimo, pero hemos perdido la presencia física. Ahora desconozco si mi interlocutor tiene 23 o 40 años, no sé el impacto que este hecho puede tener sobre las relaciones profesionales, pero se pierden «los matices» que han sido claves en mis relaciones y en la comunicación entre farmacéuticos de distintas generaciones.

 

GuillermoreparazEl ying y el yang

Guillermo Reparaz de la Serna

Dice el dicho popular que los niños nacen con un pan debajo del brazo. Yo creo que la frase está un poco desfasada; ahora los niños nacen con un iPhone 4 entre las manos. Si sientan a mi primo de seis años a los mandos del Apolo 11, con el que Neil Armstrong llegó a la luna, tras recibir numerosísimos cursos de pilotaje espacial, pensaría que está sentado en el coche de Pedro Picapiedra. Por rebuscada que parezca, hay parte de esta metáfora que puede adaptarse a nuestro oficio. Y digo bien, oficio y no profesión, pues pese a la llegada de las nuevas tecnologías a las boticas, y a que los estudios de farmacia superan ya el siglo y medio, hay un inconfundible aroma a oficio en las farmacias.

Son estas dos ideas los pilares sobre los que se asienta la teoría que explica, en mi cándida opinión, la relación que existe entre boticari@s de distintas generaciones.

Por un lado, tenemos al experto farmacéutico de toda la vida, que ha sufrido en sus propias carnes desde la llegada de la Seguridad Social a España, hasta la entrada e implantación de los medicamentos genéricos, aderezado todo con un vaivén en las variaciones de los precios. Que ha hecho tantas guardias, que no recuerda si ha faltado más veces a la cena de Navidad o a la apertura de regalos en Reyes. Aún recuerda cuando en España solo había OKAL. Su carrera es ya un septiembre lejano, su compañero de mus era el Doctor Andreu y todavía tiembla de pensar en ese herbario de tropecientas plantas que debía conocer de pe a pa. Recuerda las colas que se formaban en la puerta de la farmacia los domingos que les tocaba abrir, pues era la única farmacia abierta, no ya de la calle, ni de la manzana, del barrio entero. Puede que no recuerde el mecanismo del complejo tensina-angiotensina, es más, ni lo estudió, pero es capaz de encontrar un remedio para cada problema al que se enfrenta en la botica. Diferencia resfriado de una alergia solo con oír el estornudo, pero no es capaz de diferenciar entre un sistema operativo de MAC y otro de PC, pues tantas C les suenan a chino mandarín.

En la otra esquina, ese joven, ansioso, recién licenciado, con los conocimientos y las hormonas aún a flor de piel, con una pila enorme de conocimientos prácticos en la cabeza, que no sabe si será capaz de aplicar en la práctica. Con setecientos mil amigos en las redes sociales y seguramente un Erasmus a sus espaldas, que pese a haber visitado muchos países del mundo, no es consciente aún de que no conoce nada. Que es incapaz de programar un video BETA, pero que entiende tan bien el funcionamiento de un iPad como si fuera el mecanismo de un cubo. Intuye que el Alapryl y el Enalapril tienen la misma función, pero no está del todo seguro; huye aún de los nombres comerciales como de la peste. Solo habla de principios activos. Aún se le escapa una risa si una pareja le pide preservativos y suda la gota gorda al explicar cómo funciona la píldora del día después.

Dos perfiles distintos. El ying y el yang. El maestro enseñando al alumno. El alumno aportando cosas al maestro

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