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  • Profecía cumplida

Todos somos certeros profetas en alguna ocasión o circunstancia de la vida porque hasta los relojes parados aciertan la hora dos veces al día. El profeta no es un futurólogo algorítmico/estocástico, sino alguien que conoce el corazón de los hombres; si también conociera el de las mujeres sería un pequeño dios, en mi caso la referencia es la del reloj parado y la profecía cumplida la adelantada en El herbario de Gutenberg, la de la sustitución en la novela del farmacéutico por los productos farmacéuticos.

A partir de mediados del siglo XX la presencia del boticario se desvanece mientras que la de los medicamentos es tan profusa como cuasi imprescindible, tanto como para citarlos por su nombre comercial y dando por supuesto que el lector conoce tanto sus aplicaciones como sus contraindicaciones. Tanto como para figurar incluso en los títulos, por ejemplo Amor, curiosidad, prozac y dudas, de Lucía Etxeberría. Con «el herbario» en imprenta se dio el salto definitivo que no se pudo recoger en sus páginas (aprovecharemos la segunda edición), la de pasar la marca registrada a personaje, ingeniosa transubstanciación inversa: el nombre precede a la persona y el sujeto se conforma y define en las características descritas en el prospecto. Esto ocurre en la novela (repitamos la voz ingeniosa) de Almudena Solana, Efectos secundarios, en donde los personajes se llaman con el mismo nombre de los diez específicos más vendidos en farmacia, curiosa lista de best sellers. Por orden de aparición en escena: Adiro, Nolotil, Viscofresh, Augmentine, Voltarén, Lexatín, Orfidal, Paracetamol Kern, Ventolín y Sintrom. Son sus nombres de pila, no sus alias. «No es posible hablar de Voltarén (Tom Candle, nombre artístico, es un actor; Voltarén Vela, nombre real) sin tomarle cariño, a pesar de que su comportamiento del pasado no lo haga merecedor de nada y la conducta del presente puede llegar a ser aún peor que un mal recuerdo, terriblemente oscura». A modo de vidas cruzadas estos personajes, con alma de prospecto, entrecruzan amor, sueños no cumplidos y vejez con prosa bella y exacta. «Los prospectos son los otros papeles de nuestra vida», dice la autora, y me congratula el artificio pues coincide con una manía personal, paralela, siempre he creído que las páginas amarillas telefónicas y los anuncios por palabras de la prensa dicen más de una ciudad que su guía turística o financiera. Y trece artificios más como el del animismo o esa vida que encierran las cosas, la sinrazón de que un juguete nos resulte simpático o antipático sin saber por qué y con independencia del juego. Efectos secundarios, además, con documentación precisa; entre los agradecimientos de Almudena figura nuestro amigo y contertulio Javier Puerto Sarmiento. Sin olvidar una primera frase para nosotros memorable, la novela empieza así: «Tengo un amigo farmacéutico que lo sabe todo». Por ser una auténtica radiografía de la vida actual a través de los medicamentos más consumidos, su presencia en El herbario de Gutenberg resulta imprescindible. Con esta profecía cumplida es otra la que me atosiga, en realidad es un deseo, la del éxito de la revista DON, revista digital para Internet y artefactos con pantalla movida a dedo, aventura en la que me ha implicado un grupo de jóvenes audaces y suicidas, «la revista más divertida para los internautas más inteligentes». Algo así. Para quien tiene el don de la música, el don de la gracia o el don José. Ya estamos en la red, aterrorizado les hablaré de la revista en la próxima tertulia.

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