• Home

  • La nueva normalidad

Este oxímoron surgido durante la pandemia nos trae de cabeza a todos los habitantes del planeta. A los farmacéuticos también, por supuesto, porque nada hay más desconcertante que describir el escenario en el que nos vamos a mover durante los próximos meses, años, ¿décadas?, con dos palabras de significado tan contradictorio.

Una profesión como la nuestra, que dice estar reinventándose, aunque se mueva poco, desde que los gobiernos de diferente signo comenzaron a dar los primeros hachazos sobre nuestra cuenta de resultados, se asoma a un nuevo reto y, por lo que leo en las redes sociales, por lo que recibo en el correo electrónico corporativo o en las cubetas de la distribuidora, me temo que sigue tan confundida como antes. Más o menos lo normal, y permítaseme la asfixiante redundancia, porque si estábamos confundidos antes –por confusos, que no por errados–, nos podemos imaginar cómo vamos ahora a dibujar nuestro futuro, el de esa «nueva normalidad» que nos interpela, con la boca amordazada tras una mascarilla o con la vista nublada tras una pantalla que, eso sí, va a hacer ricos a ópticos y oftalmólogos.

Superar la distancia física a la que nos obligan las circunstancias y que no se convierta en distancia social es el reto. Es decir, que no nos alejemos de las necesidades de las personas a las que atendemos, que requieren profesionales expertos en muchas cosas, y entre ellas, los cuidados de los farmacéuticos. Pero, ¿en qué cuidamos? Que cada cual piense lo que quiere cuidar y cómo se plantea hacerlo. Lo que sí es probable que suceda –porque mientras continúe el calentamiento global seguiremos expuestos a nuevos patógenos que aparezcan, cada vez más agresivos contra los seres que habitamos el planeta azul– es que el contacto físico vaya restringiéndose de forma progresiva en las actividades profesionales, preservando éste para las relaciones personales y familiares. Todo un reto para unos animales sociales como nosotros, pero así lo ha decidido nuestra conducta depredadora con los recursos planetarios.

A partir de ahí cada cual puede dibujar el futuro profesional que le plazca o en el que crea. Quienes piensan que debemos mantener las mismas actividades, adaptadas a la nueva... normalidad, ya pueden prepararse para «amazonear» sus stocks por redes sociales y por tierra, mar y aire. Y quienes apostamos por ofrecer nuestro conocimiento a las personas, para así contribuir a optimizar los resultados de los medicamentos, también tendremos que asumir nuestra responsabilidad y ser consecuentes ante el presente que se nos avecina. Porque no es el futuro el que viene, es el presente el que nos ha abofeteado en la cara y nos ha tumbado en la lona, nuestro hábitat natural durante la pandemia.

Algunos hemos sentido que la pandemia nos ha abierto una nueva ventana al mundo. Mejor dicho, la pandemia nos ha abierto los ojos y nos ha permitido contemplar desde nuestra ventana ese mundo que nuestro ensimismamiento no nos permitía ver. Quizá lo que ha ocurrido sea que la bajada brusca de la contaminación nos ha permitido otear el horizonte. Porque lo que podemos ver en el horizonte ya estaba allí, siempre estuvo allí. Pero ahora lo vemos y podemos caminar en su busca, sin confinamiento que lo impida.

Y ahora sí que viene el sol. Un sol que, observado desde nuestro ombligo corporativista pensábamos que se ponía cada tarde, sin llegar a entender que no era verdad, porque siempre había un lugar que iluminar. Ahora lo hemos comprendido, y no es que ya venga el sol, es que nunca se fue. Siempre fue posible recibir su luz, pero para ello necesitábamos caminar, y eso es lo que a partir de hoy no vamos a dejar de hacer.

Destacados

Lo más leído