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  • Hay que seguir

Quizá pienses que es muy fácil decir eso, que hay que seguir, pero qué otra cosa puedes hacer. Sé que tienes miedo. Yo también. Sé que tienes una gran decepción, que te sientes como si estuvieses agarrada a un flotador en medio de un maremoto, y que pensar en controlar la dirección de tu camino entre este oleaje te resulta utópico. Una utopía más, tan diferente a aquellas con las que te llenaron la cabeza en los años de bonanza. 

Sé muy bien que, por más que preguntas, no encuentras colegas que te transmitan mensajes positivos. Ya te resulta manida esa frase de que las crisis son oportunidades, que hay que reinventarse, que los tiempos pasados nunca volverán...

Entiendo muy bien que caigas en la desolación más absoluta, cuando ves cómo esos anhelos de un futuro más profesional y comprometido con el paciente se desmoronan, cuando ya apenas se oyen otros mensajes que los de aquellos que te dicen que te dejes de idealismos, que la farmacia está para vender más y más cosas, que no podemos esperar nada de los políticos ni de los gobiernos. ¡Vende, vende! Vende colchones, vende pulseras, crecepelos, pan sin gluten. Tienes que vender, porque tú no eres nadie, tú no vales nada. Lo único que merece la pena es la tienda en la que estás.

Y es lógico que sientas que quieres dejarlo todo, que ya no confías en nadie y que no ha merecido la pena.

Incluso puede que creas que ya eres demasiado mayor y no sepas a dónde ir. Que ya no tienes edad para empezar de nuevo y que la única opción sea continuar aferrado al flotador, sabiendo que quizá la tormenta amaine, pero que ya no volverás a ver la costa.

Pero, amiga mía, quiero decirte que entiendo tu dolor, que es también el mío, pero no tienes razón. Aunque no lo creas, sé que no la tienes. Porque la sociedad te necesita, te sigue necesitando. De otra forma, pero eres muy necesaria, aún más imprescindible que antes.

Los seres humanos que viven a tu alrededor, tus vecinos, los famosos que ves por la tele, esos políticos grises que nos gobiernan y los que se les oponen..., incluso tu familia, todos te necesitan.

Nuestra sociedad está sufriendo un drama, una auténtica pandemia farmacológica que produce mucho dolor evitable, mucho gasto evitable, producido por aquello que conoces tan bien: los medicamentos.

Mira a tu alrededor, escucha la sirena de la ambulancia que se apresura a llevar a alguien al hospital. Tú puedes contribuir a evitar eso, a que las personas sean más felices, a que el dinero de sus impuestos se emplee mejor. Tú tienes un granito de arena que aportar para mejorar la humanidad. Un granito que es en realidad un diamante, y que se encuentra en tu cerebro y en tu corazón.

No espero que leyendo este artículo cambies de inmediato, pero piénsalo. Vales mucho y ellos te necesitan. Yo también te necesito, muchos nos necesitamos para hacer este camino. Hay que mudar la piel, es doloroso, pero habrá que hacerlo.

Y recuerda aquella película que viste con tu nieta o con tu hija, o tú misma cuando eras pequeña: El Rey león, se titulaba. Aquel vergel arrasado sobre el que tuvo que reconstruir un nuevo reino de justicia. Lo siento, mi amiga, hay que seguir. Y hay que volver a subir a la piedra, a lo más alto, y rugir con fuerza. Llenos de cicatrices, vacunados frente a muchas cosas, pero con toda la dignidad de una profesión antigua dispuesta a cumplir la misión que la sociedad te encomienda. Vamos, levanta la cabeza, sécate las lágrimas y mira a tu alrededor. Es tu hora. No te dejes vencer. La fuerza está en ti y en los que nos damos la mano contigo.

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