• Home

  • Farmacéuticos de letras y artes

Lo había pronosticado como irremediable hace un par de tertulias; se ha cumplido el pronóstico y supongo que a estas alturas ya todos sabéis que la amabilidad, el cariño y la proximidad (y un algo de insensatez) de los socios de la AEFLA, Asociación Española de Farmacéuticos de Letras y Artes, me han nombrado presidente de la asociación más transversal que uno pueda imaginar entre gente de las dos culturas: profesionales de las ciencias de la salud aficionados a las humanidades: los hay acuarelistas, poetas, paremiólogos, concertinos, novelistas, escultores, estafermos, cantautores, historiadores, lisandriólogos, fotógrafos en blanco y negro y el completo arcoiris que la libre expresión de un pensamiento no esclavo parpadea.

Agradecimiento y nostalgia son los sentimientos que me ha provocado esta elección, las gracias de todo buen nacido y un bucle del tiempo que me lleva a un no recuerdo el día exacto de 1974, cuando apenas si había publicado mi primera novela y el entonces presidente del Consejo General, Ernesto Marcos Cañizares, me convocó a su despacho en compañía de otros colegas, también caminantes por el filo de navaja de eso que ya se había dado en llamar dos culturas, una doble lealtad en la que siempre me he instalado cómodamente. Al concluir la reunión ya estaba fundada la AEFLA; los fundadores eran, aquí su nombre en rendido homenaje y arbitrario orden alfabético, verso a verso:
Ginés de Albareda/Lorenzo Andreo/Jesús Arnuncio Villalba/Enrique Azpeitia/ Francisco Etxebverri/José María Fernández Nieto/Leonardo Gutiérrez Colomer/Quien esto escribe/Federico Muelas/Rafael Palma/Carlos Pérez-Accino.

Un año después se publicaba el primer número de la revista República de las Letras, bello título añoranza de Muelas, con una hermosa portada tipográfica y con un insoslayable artículo sobre León Felipe, nuestra atalaya literaria. Y tantos años después compruebo que soy uno de los dos únicos supervivientes del día lustral, el otro es Andreo (¿Dónde estás, Lorenzo? Si lo lees, llama), una vuelta de tuerca más en el bucle de la memoria que se alivia en parte por coincidir con un gozoso milagro, la edición de Castillo interior, un compendio o muestrario emocional de poemas y reflexiones inéditas de León Felipe, antología a cargo de los profesores G. Santonja y J. Expósito. Dice el poeta prometeico: «Soy el más torpe y el más ciego de todos los poetas españoles, pero creo me salva el poder responder de todos mis versos con mi sangre». Cita que, salvando distancia y prosa, alivia mi inaugurada presidencia, pues metaforiza a la perfección mi voluntad para con la AEFLA; mi torpeza se verá suplida por la eficacia de una junta directiva cuajada de valores en sazón, elenco que enumero sin más orden que el de las mujeres primero, verso a verso:
Margarita Arroyo/Mari Sol Doris/Luis Truchado/José González Núñez/ Enrique Granda (por un descuido a corregir fuera de la foto oficial del equipo)/Víctor González Monje/Carlos del Castillo/Pedro Arcas.

Más la generosa colaboración de tantos y tantos veteranos compañeros de juntas anteriores y promesas de las venideras, versos del pleonasmo alfaguara interminable, tantos nombres en la memoria. El agradecimiento es la memoria del corazón y el buen augurio de un futuro por colectivo preñado de esperanza. De ahí que, como en los mejores seriales, pueda decirse: continuará.

Destacados

Lo más leído