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  • Tantos inocentes

En medio de circunstancias tan difíciles la reedición de un libro es un agridulce consuelo. Alianza reedita mi novela Tantos inocentes y me alegra verla de nuevo en los escaparates de las librerías. Está basada en un durísimo hecho real y por el comedio de tantas contradicciones me ratifica el problema de la imbecilidad moral que confunde dolor y placer en un totum revolutum, confusión que en el más venial/inicial de los casos funde en el mismo plano lo informativo con el entretenimiento y la publicidad. Anécdotas pasadas y presentes, moda sin caducidad en tres perlas que podrían ser trescientas.

La entrevista de Mercedes Milá a Jon Sobrino en un programa de TV en hora de máxima audiencia, cuando no hacía mucho que en El Salvador habían asesinado a Ignacio Ellacuría y seis jesuitas más en su residencia universitaria. Cadáveres no exquisitos sino cuerpos presentes de la teología de la liberación, aún resonando el artículo de Ellacuría, «A sus órdenes, mi capital». La entrevista en un mundo racional podría considerarse lo más destacado de cualquier programa, no en vano Sobrino era un superviviente, pero la primera pregunta arruinó cualquier posibilidad: «Estamos en un país libre, desahóguese. Aquí puede expresar libremente su opinión, escupa lo que desee, escupa». El jesuita expresó que entre sus hábitos no figuraba el de escupir y se cumplió el desastre, la cortesía de una obviedad, gracias y adiós. La periodista sonríe satisfecha, gira su rostro hacia la otra cámara y anuncia con el mismo énfasis: «Y ahora, con todos nosotros, Las Mamachichos». Sale el coro de nalgas reboteras y plano de la cupletista y el torero aguardando su turno. Otra perla en la portada de la revista de cine Fotogramas: «Javier Bardem a por el Óscar con Biutiful». El galán de carácter posa desenfadado, con chaqueta y corbata desabrochadas y barba con sonrisa de tres días. La película es la denuncia social que pone al descubierto la miseria del submundo de la droga e inmigración ilegal en Barcelona, interpretación magnífica y doble compromiso con el arte y la sociedad. Flanqueando la entrevista al actor, el anuncio de Möet Chandon Imperial (la rubia apoya la botella en su cadera como si se tratara de un fusil de asalto) y el del número extra de la revista Elle (tres top models con la piel aurificada como chicas de Goldfinger), más una franja con el ofrecimiento del collar «happy new luxe», una joya para coleccionistas, difícilmente encontrará otra más cara. Una última perla de ayer mismo, en El Mundo, un serio artículo de una página con el título de «Un memorial contra el yihadismo»: será el primer gran centro en Europa en recuerdo de las víctimas y buscará explicar los orígenes ideológicos de este terrorismo y la interpretación violenta que hacen de su religión los islamistas. Una página ilustrada con un anuncio de Gucci, una hermosa joven con blusa abierta hasta el ombligo y abrazada a un bolso que quizá sea lo que quiera vender. No es que Tantos inocentes hable directamente de un caso similar, es la historia de un necio crimen colectivo, pero sí es cierto que la inconsciencia de somatizar sin análisis tantos extremos lleva, puede llevar, a cualquier aberración, puesto que de nuestra mente han suprimido las oraciones subordinadas. El hecho es real pero los personajes son mi ficción explicativa, hay un juicio y uno extrapola a otra contradicción legal, consideramos cruel la cadena perpetua sin revisión y vemos lógica la condena a cientos de años. Ocurre como con las cerezas y los besos, si tiras de uno salen en racimo.

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