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Estudiar una segunda carrera

Laura Tuneu y Amaia González estudiaron Farmacia, pero ambas han decidido reorientar su carrera profesional. Laura es ahora médico endocrino y Amaia se ha decantado por Enfermería. Las dos nos cuentan sus razones para estudiar una segunda carrera.

Estudiar una segunda carrera
Estudiar una segunda carrera

Laura TuneuRegalo de madurez
Dra. Laura Tuneu Valls
Servicio de Endocrinología. Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Barcelona

Es difícil decir en qué momento uno toma la decisión de cambiar de vida. Probablemente, hay muchos días y muchas razones por las que te vas convenciendo de que deseas ser otra cosa. Y es en un momento determinado que esa visión que quieres de ti mismo cobra la fuerza necesaria para ser ejecutada. Así fue en mi caso.

Con frecuencia no todas las decisiones que uno quiere tomar pueden hacerse realidad, especialmente de manera inmediata. La vida de las personas es complicada y a veces hay que aparcar los sueños hasta que las circunstancias te abran el camino. En mi caso, el trinomio vocación, decisión, y ejecución fue un periplo de 10 años. La primera vez que pensé en ser médico tenía 30 años, tres hijos pequeños y una gran hipoteca, la segunda vez, tenía 40 años, tres hijos autónomos y una economía más saneada. En ese momento yo estaba trabajando de farmacéutica hospitalaria en el Hospital de Sant Pau, el mismo hospital que me enseñó a trabajar con pacientes y a llenar mi alma asistencial, así que el paso no fue traumático, fue una progresión hacía otra profesión que me iba a permitir adquirir otros conocimientos y más libertad de ejecución.

Tuve la dicha de contar con tres armas letales: la fuerza, la ilusión y el apoyo de los míos. Mi familia, mis amigos y mis compañeros de trabajo me abrieron el camino, yo puse el tiempo. Los años me permitieron conseguir la carrera, el MIR y la residencia y aunque no ha sido fácil tampoco ha sido tan difícil. El camino ha sido duro pero bonito, porque he disfrutado de esta oportunidad y me he convertido en lo que deseaba ser, sin grandes cadáveres por el camino. Parece que lo tenía claro y los astros se alinearon.

Sin embargo, me he encontrado con dificultades, especialmente conmigo misma; me ha costado asumir que convivir con compañeros que tienen 25 años no es fácil para nadie, y que una nueva profesión requiere una nueva mentalidad que vas construyendo paralelamente a la curva de aprendizaje y, por supuesto, me ha costado sacrificar trocitos de vida y de tiempo que ya no son recuperables. Así y todo creo que conseguir que mi sitio laboral sea al lado de los pacientes como endocrinóloga ha sido un regalo de madurez que me he hecho a mí misma y a los míos. El haber sido capaz de aprovechar la oportunidad cuando la necesidad y el cambio de circunstancias aparecieron de la mano ha sido todo un premio a la confianza en uno mismo. Y por supuesto, ahora toca programarse de nuevo, pensar en el futuro que me espera y en lo que soy capaz de ofrecer al mundo como médico y como persona.

Amaia GonzalezAbrir la puerta a una nueva vocación
Amaia González Mendia
Farmacéutica y estudiante de enfermería

Como la mayoría de estudiantes que acaban la universidad, cuando me licencié en farmacia hace cerca de diez años me preguntaba: ¿Y ahora qué?

Nuestra carrera es muy completa y ofrece multitud de salidas profesionales: oficina de farmacia, industria farmacéutica, farmacia hospitalaria… Como no acababa de descubrir mi vocación, decidí trasladarme a Barcelona y buscar nuevos retos. Tras un máster, varios cursos, becas y trabajos, por fin encontré mi lugar en el sitio menos pensado: una agencia de publicidad. Comencé a trabajar como redactora científica, rodeada de diseñadores gráficos, programadores y comerciales. Aquello me encantaba, pero al cabo de un tiempo me di cuenta de que me faltaba algo.

Tenía la sensación de estar alejándome de la realidad dentro de la oficina, echaba de menos el contacto con los pacientes. Llevaba tiempo pensando en estudiar otra carrera, más práctica y que me permitiera tener un punto de vista más clínico, pero no me animaba a volver a la universidad.

Un día, en un curso de formación, conocí por casualidad a varias compañeras que habían reorientado su carrera profesional de manera radical. Hablando con ellas me di cuenta de que nunca es tarde para hacer lo que realmente te gusta y decidí matricularme en enfermería.

Al principio me lo tomé como una afición que completaba mi jornada laboral, pero lo cierto es que ha superado todas mis expectativas. Aunque siempre había oído decir que enfermería es una carrera muy vocacional, yo descubrí mi vocación al realizar las primeras prácticas en el hospital.

Cuando comienzas las prácticas debes aprender una nueva profesión. Los primeros días experimentas cierta sensación de descontrol, acostumbrada a tener experiencia en tu lugar de trabajo y a tomar decisiones con facilidad. En cualquier caso, poco a poco te adaptas al cambio, aprendes infinidad de procedimientos y técnicas y obtienes una perspectiva completamente diferente de la que tenías hasta entonces. Es una carrera que complementa nuestra formación como farmacéuticos, y ofrece un contacto más estrecho con las patologías y los problemas de los pacientes.

Evidentemente, estudiar una segunda carrera requiere un esfuerzo y dedicación importante, no es fácil compatibilizar las prácticas y clases presenciales con la vida laboral. Tampoco es fácil volver a las largas noches de estudio y trabajos, pero el esfuerzo se ve compensado. Muchos compañeros de clase se encuentran en la misma situación, por lo que se crea un ambiente de apoyo y soporte.

Todavía me falta la mitad del camino y desconozco si cuando lo acabe ejerceré como enfermera o continuaré con mi trabajo. En cualquier caso, está resultando una experiencia muy enriquecedora que, más allá de ampliar mis conocimientos teórico-prácticos y abrirme la puerta a una nueva profesión, está cumpliendo plenamente con mis objetivos.

Para todo aquel que esté valorando dar el paso: ánimo, el esfuerzo merece la pena.

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