Infarma

Desde que los colegios de farmacéuticos de Madrid y de Barcelona acordaron asociarse para organizar conjuntamente el congreso/feria farmacéutico más importante de España, cada mes de marzo, el sector de las oficinas de farmacia tiene puesto el foco de forma alternativa en una u otra ciudad. Seguramente antes de llegar a ese acuerdo existía el vértigo que supone el reto de tener que ocupar cada año más de 20.000 metros cuadrados de exposición y atraer a más de 20.000 asistentes profesionales.

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La valentía inicial ha dado sus frutos, y ese vértigo anterior año a año va amainando gracias a la tozudez de las cifras. Las previsiones de este año son espectaculares: 23.000 metros cuadrados de exposición, 25.000 visitantes, 350 laboratorios y empresas del sector farmacéutico, 2.500 congresistas, son realidades contundentes.

Aunque reiterativa, la felicitación es obligada.

Además del buen hacer de estas dos organizaciones colegiales y de su socio profesional Interalia, deberíamos extraer algunas conclusiones de estos datos tan positivos. La primera, que, a pesar de todos los pesares, el sector goza de buena salud. Continúa siendo un sector rentable, las empresas siguen apostando por él y merece la pena reflexionar sobre la mejor estrategia para conservarlo. La segunda, que, en un mundo global y competitivo como el que nos toca vivir, las peritas en dulce no pasan desapercibidas, y este sector lo es.

Nada nuevo bajo el sol, en el fondo cuando ganas el partido por uno a cero, siempre aparecen las mismas dudas y la misma disyuntiva: «Que no nos metan uno o vamos a meter otro para dejar el partido resuelto». El congreso de Infarma no debería olvidar que esa duda es la esencia del debate en el que está inmerso el sector, aunque a veces no sea consciente de ello y parece que piense que va perdiendo por goleada o que, aunque no se esfuerce demasiado, acabará ganando el partido gracias a sus glorias pasadas.

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