San Sebastián mártir es uno de los santos con una imagen más característica e inconfundible. Con el tiempo, se ha ido sedimentando una iconografía que pone de relieve la belleza del mártir, su atractivo físico y la sensualidad que emana de su cuerpo semidesnudo torturado por las flechas de sus verdugos.
Curiosas las memorias del verano, retazos de euforia en la juventud y de nostalgia en la segunda y tercera mitad de la vida, lo que va de un amor romántico e imposible a un encuentro con condiscípulos supervivientes.
El prólogo es un epílogo que se coloca al principio para ejecutar al autor, algo así dijo el cínico de Pitigrille, pero en esta ocasión es en casi sentido estricto lo que dijo Shakespeare: «el pasado es el prólogo». Así es el que he escrito con entusiasmo para esta segunda edición de San Sebastián (Confluencias Editorial) de Fernando Savater, a la distancia sideral de unos 30 años de la primera en Destino.