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Venenos en la Historia

Desde siempre, el hombre ha conocido la toxicidad de algunas plantas, y también desde muy antiguo usó lo aprendido para sus propios intereses.

Venenos en la Historia
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Lo saben muy bien los arqueólogos, pues entre los tesoros de sus yacimientos es fácil encontrar restos de posibles medicamentos, de venenos en flechas, armas y arpones, usados para cazar y con fines guerreros. Tan antiguo es, que Homero, en su monumental obra, nos insinúa que Ulises impregnaba sus flechas con veneno, y describe que de sus víctimas manaba sangre negra.
Los celtas utilizaban un letal compuesto de semillas de tejo en sus armas, y cuando los españoles llegaron al nuevo mundo, hallaron una sustancia muy apreciada y valiosa, el curare, que les servía tanto para curar como para matar. La conocían y usaban desde siempre y sus ingredientes fueron secretos durante mucho tiempo. Hoy se sabe que además de emplear los alcaloides de menispermáceas (tubocurarina) y de algunas especies de Strycnos (estricnina), lo mezclan con raíces de plantas venenosas que varían según su localización geográfica, incluso con venenos de serpiente. Imposible saber una única composición.
Roma extendió la costumbre de liquidar a sus enemigos mezclando venenos en comidas y bebidas. Durante la Edad Media las apotecas, abiertas al público, se surtieron de sustancias mortales, los medicamentos se emplearon para asesinar. Era cuestión de dosis.
El arsénico siempre dio mucho juego, se relanzó en el siglo XIII cuando San Alberto lo obtuvo en estado libre. Históricamente se empleó como medicamento, esencial para la vida y venenoso a dosis altas. Pero fue en el Renacimiento cuando, no sabemos muy bien por qué, llegan el auge de los hechizos, las brujerías, y el momento cumbre de los envenenamientos.
Los Borgia resolvían sus problemas políticos y familiares con la Cantarella. Era arsénico con un aspecto parecido al azúcar. Medicis, Borgias, Orsinis, Esforza... murieron por la acción de la Cantarella.
Entre la verdad y la leyenda de una Lucrecia Borgia, malvada o inocente (actualmente se busca rehabilitar su memoria), está la historia de su famoso anillo, una preciosa joya en forma de cápsula donde se escondía aquel falso azúcar. Era fácil abrirlo y verterlo en la copa del desgraciado elegido.
La maldad también evoluciona. Las sustancias radiactivas han conseguido en el siglo XX la perfección para matar. Aquellos estudiantes de La Sorbona que se preguntaban quién sería aquella polaca rubia y tímida sin más amigos que los libros, con el tiempo se quedarían asombrados de su trayectoria. Marie Curie trabajó, en muy precarias condiciones, en los misterios de la radiactividad, y el esfuerzo le provocó lesiones en las manos... y una leucemia.
Tras eliminar el uranio y el radio de la pechblenda, esta incluso era más radiactiva que los dos elementos juntos. ¿Sería posible que en la pechblenda hubiera otro elemento más radiactivo que el uranio? Sí, fue posible. Lo llamó polonio en honor a su patria.
Y con polonio asesinan los servicios secretos de algunos países. Siempre en nombre de la justicia y de ideas políticas. Litvinenko y Yaser Arafat fueron, presuntamente, dos de las victimas de la nueva arma para matar. No había sido ésa la intención de Marie Curie.

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